EN LOS MISMOS ORÍGENES
Los ataques a la memoria
femenina y los intentos de borrarla de las conciencias, se iniciaron muy pronto
en el movimiento de Jesús de Nazaret. Pablo, que escribe sobre la década del 30
de esta era, dice en su primera carta a los Corintios:
Cristo
murió por nuestros pecados, según las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras;
se apareció a Cefas y luego a los Doce; después
se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor
parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos
los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un
abortivo. (1 Corintios, 15, 3-8)
Esta transmisión
de la experiencia de la resurrección, ignora completamente los relatos llamados
de la
tumba vacía y las experiencias que hay detrás de ellos. Hay que esperar
hasta finales del siglo I, para que la literatura canónica (los Evangelios)
recoja esta experiencia y palabra femenina que alcanza su momento cumbre en el
relato de Juan 20, aparición a María Magdalena.
El caso de las
mujeres testigos de la resurrección, es sólo uno entre el conjunto de los
escritos canónicos, en los cuales es claro que las huellas femeninas tienden a
ser minimizadas y ocultadas. En los relatos de “la tumba vacía” las mujeres
tienen un sitio privilegiado y es claro que la tradición femenina logro
mantenerlos e insertarlos en los evangelios. Pero no siempre fue así, el
seguimiento femenino y el protagonismo de las mujeres está, en general
oscurecido.
Después del
intento paulino de minimizar la importancia de la relación femenina con el Resucitado…
el caso más grave lo tenemos en la figura de María de Magdala. Esta mujer, pasa
de ser: una apóstol, una compañera y benefactora de Jesús y su movimiento, a
ser una prostituta arrepentida una lacrimosa penitente. Sin que una
sólo línea de los escritos canónicos o extra-canónicos del segundo testamento
lo puedan acreditar.
Ya tenemos
suficientes estudios en varios idiomas sobre la figura de esta mujer, sobre sus
orígenes, su práctica sus representaciones a lo largo de la historia del
cristianismo. Yo recomiendo sobre todo, el reciente trabajo de Carmen Bernabé: Qué se sabe de… María Magdalena, trabajo
serio y exhaustivo, muy bien documentado. (Editorial Verbo Divino - Navarra
2020). Sabemos que fue una líder de las primeras comunidades cristianas y que
acompañó a Jesús, su maestro, en sus recorridos por Galilea y en su pasión y
muerte. No hay el menor indicio en la literatura neo testamentaria que permita
relacionarla con una prostituta. A pesar de ello, la iglesia hizo pasar a la
historia a María Magdalena como una mujer arrepentida de su pasado y penitente.
Para los varones eclesiales fue necesario borrar
las huellas de liderazgo en las mujeres
y a cambio de ello, construir paso a paso un “modelo de penitente, lacrimosa¸ que inspirara siempre la posibilidad de
arrodillarse para hacerse perdonar. Pocas veces en la historia de la humanidad,
si es que ha habido alguna, una memoria ha sido deformada y robada de tal
manera.
Nos dice de nuevo
Bourdieu:
La fuerza simbólica es una forma de
poder que se ejerce directamente sobre los cuerpos y como por arte de magia, al
margen de cualquier coacción física; pero esta magia sólo opera apoyándose en unas
disposiciones registradas, a la manera de unos resortes, en lo más profundo de
los cuerpos. Si es capaz de actuar como un disparador, es decir con un gasto
extremadamente bajo de energía, es porque se limita a desencadenar las
disposiciones que el trabajo de inculcación y de asimilación ha realizado en
aquellos o aquellas que, gracias a ese hecho, le dan pábulo.
(Pierre
Bourdieu, obra citada, página 54)
Está claro que al
convertir una líder en una penitente se estaba propiciando un falso espejo que
facilitaba la dominación de las mujeres cristianas por medio de una especie de
“mala conciencia” o de vergüenza colectiva generalizada.
Avanzamos un poco
en el tiempo y nos encontramos con otra mujer ocultada: Marcela de Roma quien organiza en la iglesia la primera escuela de
estudios bíblicos. Nace en Roma, en el
329 de esta era, pertenece a la nobleza y queda viuda muy joven. A partir de su
viudez, convoca a unas cuántas jóvenes para llevar una vida en común y dedicarse
al estudio y a la oración, entrega a esta tarea toda su fortuna, estableciendo
una “casa de vida en común”, en su palacio del Monte Aventino. En el año 382
funda la primera escuela bíblica y llama a Jerónimo de Stridon, traductor de la
Vulgata para que sea el maestro que dirija estos estudios.
Jerónimo en su
carta a Principia atestigua de ella:
Únicamente diré que todo lo que yo
había cosechado tras largos años de estudio, lo que yo había convertido como en
una especie de segunda naturaleza tras prolongada meditación, ella lo absorbió
con avidez, lo aprendió y lo hizo suyo de tal forma que, después de mi partida,
cuando surgía una discusión sobre algún texto de las escrituras, se acudía a
ella como árbitro.
(Jerónimo
de Stridon: EPISTOLARIO, Volumen II,
BAC - Madrid 1995, Pág. 612)
Modernamente ya
sabemos que la historia no la hacen hombres o mujeres solos, que los
movimientos históricos se generan y desarrollan en colectivo. En la iglesia se
adjudica a San Jerónimo en soledad la totalidad de la fundación de los estudios
bíblicos ignorando por completo el papel desempeñado en ellos por Marcela de
Roma. Papel que le es reconocido por Jerónimo en varias de sus cartas. Una de
las integrantes de su círculo fue Fabiola de Roma, fundadora del primer
hospital de Occidente y a quien hoy, por fuera de la iglesia, se honra como la
iniciadora de los cuidados paliativos. Marcela muere en Roma en el 410, a causa
de las heridas y torturas que le ocasionaros los bárbaros en una de sus
incursiones a la ciudad.
EN LA LARGA EDAD
MEDIA
La historia
sigue, nombres de abadesas que predicaban y administraban la eucaristía,
mujeres que influyeron en la sociedad y en la iglesia de su tiempo, nombres y figuras ignorados. Repetimos
siempre nombres de hombres ilustres o santos, en tanto que no mencionamos
nombres de mujeres. Clara de Asís en los principios del siglo XIII actualiza
una nueva palabra: SORORIDAD, para esclarecer la parte femenina de la fraternidad.
El pacto entre hermanos muchas veces ignora a las hermanas, de ahí la necesidad
de explicitar las potencialidades y sentidos de la relación y el pacto entre
las sores. La iglesia, ámbito privilegiado para acunar esta palabra la ignoró,
la desechó y tuvimos que esperar al siglo XX para que feministas ateas la
recuperaran. Y uno de los silencios más fuertes es el que ha habido en torno a
Hildegarda de Bingen: Teóloga, científica, música, pintora… fundadora y
predicadora. A lo largo del siglo XIII su teología iluminó a Europa. En la
iglesia sólo se le ha hecho un reconocimiento tímido y tardío.
Un crimen simbólico
inconmensurable lo constituye el intento de borrar de la historia la memoria de
LAS BEGUINAS. No hay hechos para comparar esta realidad, porque de los herejes
tenemos constancia en la lucha contra sus ideas, pero de estas agrupaciones
femeninas no hay rastros. Ninguna historia de la iglesia las menciona, ninguna
evocación espiritual. Y sin embargo…
Las beguinas
configuraron un movimiento de mujeres original, libertario y fecundo como
pocos, que albergó en su seno a miles de mujeres de las cuales algunas cobraron
significación especial. Nace en Flandes y los países bajos y se extiende por
Europa a todo lo largo de los siglos XII y XIII. En los beguinatos se agruparon
mujeres que no querían someterse a la autoridad de un varón en el matrimonio y
tampoco querían encerrarse en un convento, bajo la dirección espiritual de otro
varón. Se agruparon para convivir, estudiar, orar y hacer el bien.
Las beguinas
inauguran en la iglesia una forma de vida que combina la contemplación y la
acción, tres siglos antes de que Ignacio de Loyola la popularizara. En sus
casas responden a múltiples necesidades sociales: crean hospitales para
enfermos, escuelas para niños, ancianatos… todo ello para responder a las
nuevas demandas de las urbes nacientes. Sus casas se ubican a las entradas de
las ciudades y acogen peregrinos:
Se
encargaron de la defensa de los desamparados y del cuidado de los enfermos, de
los niños, de los ancianos, e incluso de los enfermos de lepra, lo cual cabe
destacar por su estrecha relación con el tema que estamos dando. En muchos
casos también se dedicaban a la enseñanza de niñas sin recursos, e incluso
fueron responsables de numerosas ceremonias litúrgicas. Además, llevaban una
vida dedicada a la oración y al trabajo manual, mayoritariamente con materiales
textiles, gracias a los cuales podían financiarse. No tenían ningún tipo de
apoyo económico, por lo que su acción es aún más destacada, pues se dedicaban a
ello por voluntad propia.
(Alicia
Rodríguez Fernández: LAS BEGUINAS, SU HISTORIA Y SU FORMA DE VIDA
En:
https://www.fundacionindex.com/gomeres/?p=1098, consultado 19 de Noviembre 2020)
Entre ellas
encontramos mujeres cuyo nombre y experiencia mística alcanzaron cumbres muy
especiales: Hadewych de Amberes, excelente poeta; Matilde de Magdeburgo,
Beatriz de Nazaret y la extraordinaria Margarita Porete, con su conocida obra Espejo de las almas simples y quien
fuera quemada en la hoguera por la inquisición. El hecho de que sus vidas
fueran autónomas y al margen de los controles eclesiales establecidos para
mujeres determinó que la iglesia condenara su forma de vida. El Concilio de Viena, en 1312 la condenó y
aunque algunos beguinatos sobrevivieron aún mucho tiempo, un gran número de
ellas terminó por acogerse a las congregaciones convencionales. Su invaluable
herencia apenas empieza a ser recuperada por las feministas creyentes.
VIOLENCIA QUE NO
LLEGÓ A SU FIN EN LA MODERNIDAD
Podríamos pensar
que esta violencia simbólica contra las mujeres es cosa del pasado y que ya los
presbíteros o pastores no manejan las conciencias femeninas. Desafortunadamente
estas violencias llegan al siglo XX y algunas subsisten en el siglo XXI.
Hasta 1996 no se
cerró en Irlanda “el último asilo de las Magdalenas”. Conocidas como “las
lavanderías de las Magdalenas”, en estas instituciones de la iglesia católica,
se ejerció por más de 150 años una violencia atroz tanto simbólica como física
contra las mujeres. En varios países del norte de Europa se encerraba bajo régimen
carcelario, en el que las monjas eran las guardianas, a muchachas jóvenes,
generalmente madres solteras o algunas que supuestamente no habían mantenido su
virginidad.
En primer lugar se les estigmatizaba y condenaba
a la condición de penitentes… actualizando así el robo de memoria ejercido sobre
María de Magdala. En segundo lugar se les robaba a sus hijos que eran dados en
adopción a parejas fieles a la iglesia. Finalmente se les vejaba en el trato y
se les condenaba a largas jornadas de trabajos forzados que minaban su salud y
su energía síquica y espiritual. Se trata de
una historia de horrores que está todavía por escribirse.
Y si nos
situamos en América Latina y en tradiciones liberacionistas, también
encontramos ataques a la memoria
femenina. La historiadora Ana María BIdegain, en su artículo: UNA HISTORIA SILENCIADA, NO RECONOCIDA,
IGNORADA, OCULTADA, INVISIBILIZADA: LA VIDA RELIGIOSA FEMENINA EN LA HISTORIA
BRASILEÑA E HISPANOAMERICANA, denuncia un silenciamiento más en esta
larga cadena de memorias dañadas.
(REVER Revista de
estudios de la religión:
https://revistas.pucsp.br/rever/article/view/21743,
2014)
Bidegain plantea, entre otras cosas,
que el clima que hizo posible el nacimiento y desarrollo de la teología de la
liberación, fue el que generaron las religiosas latinoamericanas que en casi
todos los países, se desplazaron en las décadas del 50 y 60 del siglo XX especialmente,
a vivir en los barrios populares y marginados. Gustavo Gutiérrez es claro al
afirmar que “la teología de la liberación
es un segundo momento, que el primero es la praxis misma
liberadora”. Pues bien, estas religiosas se insertaron en medios
populares y acompañaron a las comunidades en sus alegrías y sufrimientos, en
sus dolores, en sus luchas y reivindicaciones, en sus festividades religiosas…
En este acompañamiento y en su reflexión, se pusieron las bases de una
comprensión liberadora de la Biblia y de una comprensión liberadora de la
experiencia cristiana.
Este papel de pioneras, no les ha sido
reconocido por nadie, ni se ha recogido en la memoria de la teología
liberadora, ni del caminar de las Comunidades Eclesiales. Fueron estas
religiosas las que dieron los primeros pasos en la comprensión de Jesucristo el
Liberador y en la relectura latinoamericana de la Biblia y sus diferentes hermenéuticas.
Llego al final del recorrido.
Violencias hay más… Es violencia simbólica que se interprete que la masculinidad
de Jesús de Nazaret coloca a las mujeres en situación de desigualdad ante Dios.
Es violencia simbólica que se predique un Dios varón… pero de momento termino,
otras voces vendrán.
Carmiña Navia Velasco
Casa Cultural Tejiendo Sororidades
Círculo espiritual María de Magdala
Noviembre, mes de la no violencia
contra la mujer 2020