La Divinidad y las Mujeres.
Recorrido genealógico urgente
Carolina
Narváez M.*
y es
tanto lo q me abrasa mi alma en su divino amor que me saca de mí,
y
quisiera y le pido rompa mi pecho y se entre en lo más intimo de mi alma y mi
corazón.
Y con la
fuerza del incendio me propaso atrevida a darle tantos ósculos que no me
satisfago,
porque el amor me ase querer asta comerme a su
Magestad…
Isabel
Manuela de Santa María,
De Conciencia
[c.1720,
México]
El
libro presentado por la teóloga y escritora feminista colombiana Carmiña Navia
Velasco, Entrelazar miradas y palabras.
Ensayos de teología feminista, me llega como viento fresco en medio de una
relampagueante tormenta que habla de vida y movimiento. Si bien, la vivencia de
Dios está estructurada a partir de las reglas y los acuerdos de las grandes
instituciones eclesiales, es claro que ningún principio jerárquico ha llegado
hasta el punto de la colonización total de la espiritualidad.
El
recorrido genealógico que desarrolla de manera erudita y entrañable Carmiña
Navia permite un acercamiento inesperado a la historia de las mujeres y la
relación con la divinidad. De manera sincera, la autora se descubre en los
primeros párrafos dando a conocer la forma desde donde ha escrito, pensado y
sentido cada una de las reflexiones que componen el libro; para ella, la
experiencia y el contacto con diversas comunidades de mujeres le ha ofrecido
parte de su inspiración como también lo ha sido su propio recorrido espiritual,
místico y teológico.
Carmiña
Navia ha dedicado gran parte de su vida como investigadora y teóloga a pensar
de forma crítica la fe y las mediaciones patriarcales que han edificado los
varones de la iglesia. El libro se presenta como un relato que cruza
perspectivas históricas, sociológicas, teológicas y feministas en aras de
ofrecer rutas o señuelos para la desaparición de la mediación de la palabra
masculina como única y universal.
La
reflexión que acompaña transversalmente el libro hace parte de una tradición de
pensadoras, especialmente teólogas feministas y filósofas, que han luchado para
que al interior y fuera de la iglesia se nombre y se dé la importancia que
merece la experiencia espiritual de las mujeres; deja claro que tal experiencia
está, material y psíquicamente, construida por la diferencia sexual. Esto
implica reconsiderar al Hombre como el modelo universal y por tanto desmontar
la figura de Dios como varón. Muchas mujeres a lo largo y ancho de este sur nos
hemos nombrado como no creyentes; tal vez como respuesta a la imposición de una
mediación masculina, y también a la ausencia del compromiso de la iglesia hacia
el bienestar total de las mujeres en la sociedad. El desorden simbólico
construido desde la institución eclesial ha reverberado hacía la fe y la
vivencia de la espiritualidad de las mujeres, afectándola hasta el punto de
producir rechazo, y negación. El resultado ha sido para algunas el vaciamiento
total del deseo genuino de una comunicación con el misterio.
Entrelazar miradas y palabras…
Es un texto severo en tanto que describe y caracteriza la derrota religiosa de
lo femenino, el enfrentamiento cruel al que se han visto expuestas las mujeres
de fe que han conducido su espiritualidad bajo el principio de lo intangible,
del lenguaje impreciso del amor y de la inexactitud de las experiencias de la
fe. Carmiña Navia muestra con relatos claros y bien documentados cómo
occidente, y especialmente la iglesia católica, ha descreído y desacreditado
los legados espirituales y místicos de las mujeres. Remontándose a la
antigüedad y pasando por la edad media, la autora revela la riqueza de la
experiencia trascendente recordando a María de Magdala, Hildegarda de Bingen,
Teresa de Ávila, Margarita Porete, Juana Inés de la Cruz, entre otras, esto con
el ánimo de entenderlas como fuentes de conocimiento para la historia de la
espiritualidad femenina, pero también como tipos de sensibilidad que han
impulsado la asociación entre la libertad y lo sagrado.
Caminar
de la mano de Carmiña Navia es un placer y lo es porque aquellos senderos que
parecen infranqueables se despliegan en este libro para transitar del pasado
hacía el presente y viceversa. La autora logra con exactitud mostrar a través
del Speculum a manera de Lucy
Irigaray, un reflejo que es solo posible a través de nosotras mismas. Es ahí
cuando expone de manera tan reveladora que los sentimientos místicos y/o
espirituales son muchas veces contradictorios, ambivalentes y a veces
indescifrables. Tomada de su mano comprendí, a lo largo de la lectura, que la
relación de las mujeres con la Divinidad no tiene por qué marcarse
necesariamente bajo la sensación de la extrañeza, idea alimentada por la forma
como los varones de la iglesia han estipulado la relación con Dios enmarañada
de jerarquía y lejanía. Por el contrario, la tradición de la mística femenina
demuestra cómo lo activo, lo juguetón, lo impreciso o lo inenarrable son
condiciones necesarias para el gran complejo tejido de la vivencia espiritual.
En
definitiva usted se encontrará con un libro que le ofrece elementos analíticos
y críticos para formular una opinión o una idea del convulsionante tema de la
divinidad y las mujeres. No me cabe la menor duda que se topará también con la
energía trascendente. Hallará en sus páginas un sendero dibujado para la
vivencia espiritual de una mujer como yo en el siglo XXI. He de resaltar que el
libro ofrece un recorrido por la historia de la teología de la liberación,
movimiento espiritual que logró desde América Latina la inclusión de otros
sujetos y que aún así, no alcanzó a las mujeres y al problema de la
invisibilización de sus prácticas y experiencias al interior de la tradición
cristiana.
“Caminos
espirituales” decide llamar la autora a los apartados que se muestran como
mapas para el laberinto; es aquí donde Carmiña Navia mezcla extraordinariamente
el pensamiento y la práctica política feminista con la teología y la filosofía.
Retoma conceptos como el de affidamento,
autoridad en lengua materna, mediación y orden simbólico en aras de mostrar la
composición de la espiritualidad femenina.
El
feminismo de la diferencia sexual plantea que el patriarcado no lo ha ocupado
todo. Por eso las experiencias de grupos de mujeres en el pasado, asociadas
entorno a una vivencia de la espiritualidad y de la práctica de la fe, como es
el caso de las Beguinas, y también el de las comunidades de mujeres creyentes
actualmente, muestran que la creación de nuevas relaciones y vínculos potencian
realidades y personas libres.
El
libro de la profesora Carmiña se convierte para mí en un intento de imaginar
nuevas relaciones con el pasado, con nosotras mismas y con otras. Esa otra
puede ser María de Nazareth, importante figura que ha sido mitificada y a la
que paulatinamente se le han borrado las intersecciones con la mujer autónoma e
independiente, para dejarla solo inmovilizada y vestida de un manto inmaculado
usado como pretexto para demarcar las reglas de género impuestas a las mujeres
en occidente.
La
cultura patriarcal ha enfermado a las mujeres. Las ha conducido a cárceles de
las que aparentemente no pueden escapar. La colonización de lo simbólico ha
llevado a un sentimiento de confusión y extravío profundo en donde las mujeres
hemos aprendido a percibirnos como intrusas o extranjeras de esta cultura; los
resultados han sido casi mortales: la escisión, el rechazo al amor desnudo y
crudo por sentir que aquella experiencia fragiliza y asfixia, la inhibición de
la creatividad, la amargura y la enemistad entre nosotras mismas.
Nada
es igual después de la lectura de este libro, las palabras de Carmiña Navia
Velasco deben ser leídas porque nos permiten una sanación genealógica, esa que
tanto necesitamos creyentes y no creyentes, feministas y no feministas.
Sanación reclamada y requerida después de la ancestral herida dejada por la
separación impuesta entre naturaleza, cuerpo y espíritu. Luisa Muraro, en el
libro El Dios de las mujeres,
refiriéndose a las místicas lo dice con más claridad que yo: “Leyendo sus
textos se nota que, en su libertad de pensamiento, o sea en el pensamiento con
el que interpretaban libremente su experiencia, la naturaleza humana no está
separada de la divinidad, ni el cuerpo del alma. En su pensamiento libre, el
amor transforma el cuerpo y el alma en Dios, anulando la diferencia entre la
naturaleza humana y la naturaleza divina…”[1] Lo
anterior explica parte de nuestra tradición espiritual, esa misma tradición que
la Profe Carmiña ha decidido compactar en este escrito agradable y sencillo de
leer, no por eso superficial o simple sino más bien, clave para comprender que
los discursos lógicos en nuestras genealogías espirituales se componen de lo
imprevisto y lo impensable.
México,
Noviembre de 2019
· Carolina Narváez, es doctora en Historia, especialista en
estudios de género, profesora de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO
[1] Luisa Muraro, El Dios de las mujeres, trad. María
Milagros Rivera Garretas, Horas y Horas, Madrid, pág. 136, 2006.
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