LA BIENAVENTURANZA DE LA PAZ
Carmiña Navia Velasco
La paz es un
anhelo permanente a lo largo de toda la historia de la humanidad; la paz en
todas sus acepciones y sentidos reposa como deseo profundo en el corazón de mujeres
y hombres. Escribo estas reflexiones en medio de un mundo envuelto en guerras
y múltiples violencias y en un país que
igualmente ha permanecido por años y años sumido en el azote de la guerra, de
todo tipo de conflictos, desigualdades e injusticias… en un país en el que las
violencias campean libremente sin que sean las menores de ellas, las violencias
contra las mujeres.
En el siglo XXI,
este anhelo de convivir en amor y paz, es un bien escaso y en ocasiones aparece
como un horizonte sin regreso. Apunta hacia un sentido que se pierde y se
esconde esquivamente. En Colombia en concreto, la palabra paz ha sido llevada y traída hasta el extremo, ha sido pronunciada
muchas veces en vano. Estas reflexiones apuntan a una re-significación de esta
realidad en el paradigma bíblico cristiano. Estas líneas quieren señalar a qué
nos estamos comprometiendo cuando en las plazas públicas pedimos “paz” y
agitamos banderas blancas con esas tres letras escritas. Los acuerdos se
firman, pero la paz hay que construirla día a día, en un compromiso personal, comunitario
y social que ha de llevarnos lejos. La paz es mucho más que la terminación de
uno u otro conflicto. La paz no es una coyuntura, es una utopía hacia la cual
tenemos que caminar unidos.
En nuestro país,
en las últimas discusiones, el tema de la paz se ha circunscrito demasiado a
una coyuntura específica y al mundo del campo, pero la ciudad colombiana -desde
la cual escribo- está igualmente presa de dinámicas violentas y necesitada de
propuestas y culturas de paz es necesario tener en cuenta esa globalidad:
De un lado el
olvido de lo urbano se produce sobre la reducción del conflicto violento al
conflicto armado, todo lo cual viene cargado de consecuencias. El foco centrado
en el actor armado, en su palabra y sus estrategias, suprime otros escenarios y
otras violencias (como la ciudad y su experiencia), confinando además la
sociedad al papel de mero actor pasivo al que no le cabe responsabilidad alguna
sobre el curso de la violencia (Perea
2016, Pág. 237)
Vamos a pasear
nuestra mirada y atención por algunos aspectos de la tradición bíblico
cristiana para desde allí dibujar y señalar un mapa en el que podríamos
movernos durante esta búsqueda y construcción.
SENTIDO BÍBLICO DE LA PALABRA PAZ
En el oriente
antiguo la paz era un SEMA amplio que
apuntaba a la totalidad de una vida, a la realización de un destino de
presencia Divina. Yhwh da instrucciones a Moisés sobre la forma de bendecir al
pueblo:
Yhwh te
bendiga y te guarde; ilumine Yhwh su rostro sobre ti y te sea propicio.
Yhwh
te muestre su rostro y te conceda la paz. (Números 6, 25-26)
En el contexto
de las escrituras judías la paz es algo que concede la Divinidad, en un acto
que simultáneamente muestra el rostro de
esa misma Divinidad, es decir es la máxima bendición a la que puede aspirar la
persona creyente, porque ver el rostro de la Divinidad se considera en todas
las religiones el momento cumbre de una vida, por ello la paz está ligada a una
experiencia de máximo valor.
Shalom
es un saludo especial en el oriente medio y en toda la cultura semita. Cuando uno
se encuentra con el familiar, con el amigo, con el vecino o coterráneo, le
saluda deseándole bienestar y ese bienestar máximo se expresa con el término PAZ. El reconocido teólogo escocés
William Barclay, nos presenta así el significado del término que traducimos por
paz:
Shalom
tiene dos significados principales. Describe perfectamente el bienestar, la
serenidad, la prosperidad y la felicidad. El saludo de oriente es Shalom y en ese
saludo no solo le deseas a alguien que no tenga clase alguna de problemas, sino
que le desea todo lo referente a su bienestar y su felicidad. Para el judío la
paz es un estado de perfecto y completo bienestar. En segundo lugar Shalom describe
las buenas relaciones personales, describe la intimidad, la amistad, la buena
voluntad constante que puede haber entre dos personas. A simple vista se ve que
la paz no sólo describe la ausencia de guerras y luchas; la paz describe la
felicidad y el bienestar de la vida y la perfección de las relaciones humanas.
Cuando el salmista pide que haya paz en Jerusalén, pide que las mejores
bendiciones desciendan sobre esta ciudad y sobre su gente. (Barclay 1976,
Pág. 92)
El SEMA
paz, se convierte así en una concatenación de significados que se pueden
resumir en bienestar, felicidad, bendiciones de diferente tipo. Este sentido
oriental de la palabra-realidad es retomado y enriquecido por el poeta/profeta
conocido como segundo Isaías, desde una situación de carencia, opresión y
sufrimiento. Leemos en Isaías 52, 7:
Que hermosos
son sombre los montes
los
pies del mensajero
que anuncia
la paz
que trae
buenas noticias
que anuncia
salvación,
dice a Sión:
Llega el
reinado de tu Dios.
Este texto se
escribe en medio de una situación de dolor y desconcierto. El profeta anima a
la comunidad en años de destierro y desesperanza. Los horizontes están
nublados. Igualmente nos encontramos ante una totalidad que abarca toda la vida
y se extiende en horizonte y en profundidad. El pueblo vive en el exilio y
sueña con un regreso a su tierra que lo compensará por los despojos padecidos. El
mensajero de la Divinidad anuncia una nueva etapa de la vida que es presidida
por la paz. Pero el poema entreteje abiertamente varias significaciones: Paz →
Buena Noticia → Salvación → Reinado de Dios. El texto nos plantea una experiencia de la totalidad: para los
israelitas el reinado, tiempo u orden de Dios, era la máxima justicia, bienestar
y felicidad a la que como pueblo se podía aspirar. Se trataba de un orden
nuevo, diferente, en el que la alegría volvería a instaurarse en los corredores
de Jerusalén.
La situación que
viven los desterrados es dura, su corazón se nubla y la desesperanza los
habita. Por ello mismo el poeta se esfuerza para que su palabra esté llena de
sentidos y se proyecte en varias direcciones que abarquen la vida individual y
colectiva. Si nos detenemos en el contexto inmediato del anuncio, constatamos
que Isaías dedica algunos párrafos (51, 17-20 / 52, 3-6) a hacer conciencia
entre sus oyentes de lo dura que ha sido la situación y el sufrimiento que como
pueblo han padecido. Enraíza entonces en esos padecimientos la promesa presente
de un tiempo y un paisaje distinto. Un paisaje dominado por la paz de Yhwh que
es la felicidad, el júbilo y la plenitud. Antes de que llegue el mensajero de
la buena noticia, Jerusalén es invitada a despertarse, a vestirse de gala y a
vivenciar su condición de ciudad santa. Porque la liberación
que le llega, no sólo construye sino que restaura. La paz que anuncia y trae el
mensajero, rescata el presente, el pasado y el futuro.
La condición
anunciada se convierte con el paso de los siglos, en expectativa mesiánica que
acompañará y poblará los sueños de los justos en Israel a lo largo de varios
siglos. Es precisamente esa expectativa la que Jesús recogerá para proponer su
cumplimiento en varios sentidos.
PROPUESTA DE JESÚS DE NAZARET
Bienaventurados los pacificadores,
porque serán reconocidos como hijos de
Dios
Hay consenso ya
tradicional entre los biblistas y en general entre los discípulos y discípulas del
maestro galileo, considerar las bienaventuranzas como un mensaje fundamental y
piedra angular de su evangelio. Las bendiciones que Jesús anuncia, son
un género (el macarismo), conocido
en el mundo antiguo tanto griego como hebreo: se reconocen o se anuncian
bendiciones ligadas al bienestar, a la felicidad o a la prosperidad. Se trata
siempre de una bendición de la Divinidad. Lo que ocurre en el caso del conocido
como Sermón del monte, es que los valores que generan esa felicidad,
ese bienestar y esa bendición se trastocan y hablamos entonces de una autentica
contracultura. Igualmente se reconoce la solemnidad del momento: el maestro ante
el pueblo entero y rodeado en la proximidad por sus seguidores y seguidoras más
estables, toma la palabra y manifiesta su proclama que es al mismo tiempo una
llamada a otro tipo de vida:
La subida de
Jesús al monte (movimiento de alejamiento)
manifiesta que la relación entre el gentío y Jesús no es recíproca y que
el seguimiento multitudinario no crea un vínculo permanente con él. Como además
la muchedumbre, según se ha visto, representa, por su lugar de procedencia al
pueblo de Israel, el gesto de Jesús indica que, para ser de los suyos, no basta
la pertenencia a Israel, ni tampoco la mera adhesión a su persona. (Camacho 1976, Pág. 36)
La manera de
crear ese vínculo con él, es asumiendo su contrapropuesta que es la que va a
distinguir a sus discípulos y discípulas. A lo largo de dos o tres capítulos
del evangelio de Mateo, el maestro da detalles de lo que sería una vida
inspirada en su pensamiento y trastoca los valores vigentes en su realidad más
inmediata.
Es en este
contexto que el profeta de Nazaret pronuncia su bienaventuranza de la paz, de
la cual la traducción más certera en español es: Bienaventurados los pacificadores
(o los que trabajan por la paz). Porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Quiero en primer lugar hacer énfasis en que se trata de una praxis, es decir
una acción, un verbo… Cuando el verbo se adjetiva su sentido merma potencia. No
se trata de los pacíficos, sino de
los pacificadores, no se trata de una
“virtud”, sino de una acción, un trabajo…
Es decir hablamos de una actividad de intervención para lograr LA
PAZ… Y ya hemos visto en alguna medida, la amplitud de lo que esto
significa para el pueblo judío… Veamos de nuevo qué nos dice Camacho:
Por tanto no
se designa una cualidad de la persona: su carácter o disposiciones pacíficas,
sino una actividad de la misma: su acción pacificadora. Esta acción presupone
en el sujeto que la realiza su carácter pacífico, de ahí que lo que se denote
sea la actividad en favor de la paz, aunque connotando las disposiciones
pacíficas de las que nace dicha actividad. El sujeto del macarismo designa,
pues, individuos que trabajan por establecer la paz, es decir por crear las
condiciones necesarias para que exista paz entre los hombres y en consecuencia
por quitar los obstáculos que la impiden. (Obra citada, Pág. 148)
El
reconocimiento de hijos de Dios, nos habla una vez más de la máxima aspiración
posible para el creyente: Dios mismo cuidará de ellos/as y les dará su
bendición, serán sus hijos.
Pero, veamos un
poco más de qué paz estamos hablando, primeramente en el terreno de Jesús, para
luego detenernos en el hoy… Las intuiciones de María Dolores Alexaindre nos
pueden ayudar a dibujar el panorama:
La paz no es
un don que disfrutar en nuestro interior o en los reducidos grupos en los que
nos sentimos afines. La paz es una realidad social que construir entre todos porque somos hijos de Dios y para llegar a
ser hijos de Dios. Y esa construcción comienza por el corazón de cada uno
porque en el corazón se genera la violencia… Pasa por nuestra mente que tiende
a absolutizar su propia visión de las cosas… Pasa también por nuestros
sentimientos y siembra en ellos la ternura, la concordia, la compasión, la
misericordia…
También con
la naturaleza tenemos que reconciliarnos para que reine la paz sobre la tierra.
Y para eso es indispensable abandonar la actitud de dominio y de explotación
con que nos relacionamos con ella y aprender de nuevo a mirarla con ojos
contemplativos que saben descubrir su belleza, comulgar con sus energías y
desarrollar sus posibilidades. (Aleixandre
2004, Págs. 91-92)
Si entendemos
estas palabras: hacer la paz… en la tradición semita y en el contexto inmediato
en que fueron pronunciadas, vamos a comprender que se trata de una tarea de
envergadura, un sentido de totalidad y no podemos conformarnos en nuestro
camino espiritual con conseguir algunas actitudes internas de humildad,
sumisión o evitar los conflictos interpersonales… es una praxis sociopolítica,
espiritual y holística que abarca todos los campos de nuestra vida personal y
colectiva, hasta dónde seamos capaces de llegar. Construir la paz en este
sentido es un compromiso ético, pero va más allá porque es una aspiración, un deseo
espiritual que nace de la certeza de acercarnos a la Divinidad por este camino.
En este programa
Jesús invita a quienes deseen ser sus amigos a construir una vida alternativa
que genere relaciones justas, de solidaridad con el mundo de los despojados, de
justicia y felicidad. Y una de las tareas que atraviesa esa vida alternativa es
la construcción permanente de una paz, en el sentido amplio y totalizante, que
nos colme de bendiciones. No se trata de algo opcional, se trata de la
condición para ser reconocidos como hijos
de Dios:
La paz
evangélica es la irrupción misma de Dios que rompe las barreras y transforma
nuestros desiertos, libera a los cautivos, colma de bienes a los
hambrientos, rehace la justicia y la figura del hombre, ofrece su alianza, crea
en el mundo un orden nuevo y lo pone bajo el signo de sí mismo como porvenir
absoluto.
La paz
mesiánica se llama con toda realidad revolución.
Cambiar el mundo significa hacer un mundo
nuevo… (Lambert 1987, Pág 186)
LA BIENAVENTURANZA DE LA PAZ EN EL AQUÍ Y EN EL AHORA
Como hemos visto
a lo largo de la exposición, hablar ahora de la paz, en perspectiva evangélica,
no es ni mucho menos hablar de una firma, una coyuntura precisa, un
enfrentamiento de métodos o caminos distintos… es mucho más, tiene que ser
mucho más. Si miramos a nuestro alrededor: a Colombia, a América Latina y al
mundo, descubrimos inmensas realidades y actitudes que no sólo dañan, sino que
impiden realmente la paz. Nuestra realidad actual es una realidad inequitativa
e injusta, tremendamente deshonesta y corrupta, que se rige por valores de
individualismo y egocentrismo que lo único por lo que se preocupan es por su
propio bienestar aunque este pase por la negación del otro/otra. Esto no niega
que haya hombres y mujeres “alternativos”, pero como conjunto estamos muy lejos
de la paz mesiánica.
Escribo a fines
de 2016 y en medio de una coyuntura compleja: En Colombia los acuerdos con las
FARCs que pondrían un relativo final a casi 60 años de enfrentamientos armados,
se encuentran en una especie de impase; en Estados Unidos ha ganado la
presidencia un candidato que se caracterizó durante toda su campaña por
actitudes y amenazas violentas y guerreristas y no sabemos su alianza con la
actual Unión Soviética que puede traer; en el oriente medio el Estado Islámico
pretende acabar con todo aquel que no comparta su fundamentalismo… En medio de
estos caos y en un tiempo que se define en Colombia como de un cierto post…
se hace imprescindible contribuir a la creación de valores, actitudes y
sentimientos de PAZ, entendida en un sentido muy amplio y abierto.
Un término como cultura
de paz, utilizado por varios
pacifistas puede ayudar a comprender lo que quiero decir en esta propuesta. El
término cultura de paz, se empieza a
utilizar a partir de 1989 cuando se adopta en la reunión sobre el tema,
realizada por la UNESCO, en Costa de Marfil. La declaración final exhorta a
construir una cultura de paz, basada en los valores universales de respeto a la
vida, libertad, justicia, solidaridad, tolerancia, igualdad entre hombres y
mujeres…
La tarea es construir
los cauces de una nueva civilización, aunque no podemos dejar esto en el
terreno de lo utópico, impensable, inalcanzable. Por el contrario es necesario
dar pasos hacia ello. Uno de los caminos es el de propiciar y lograr el desarme
cultural, término acuñado por Raimon Panikkar en estos términos:
Por desarme
cultural entiendo el abandono de las trincheras en las que se ha parapetado la
cultura <moderna> de origen occidental, considerando valores adquiridos y
no negociables, como el progreso, la tecnología, la ciencia, la democracia, el
mercado económico mundial, amén de las organizaciones estatales. Se comprende
entonces que la expresión no esté fuera de lugar. El desarme le hace a uno
vulnerable y debe realizarse paulatinamente, pero es una condición para poder
establecer un diálogo en igualdad de condiciones con todas las culturas de la
tierra…
Por desarme
cultural intento aludir a un cambio radical del mito predominante de la
humanidad contemporánea, de aquella parte de la humanidad más vociferante,
influyente, rica y que rige los destinos de la política… (Panikar 1963, Pág. 61)
El reto que
tenemos es lograr en cada uno de nuestros países una ética de la convivencia,
de la acogida y de la tolerancia. Una ética del amor y de la no violencia. Sólo
esta realidad puede aclimatar sociedades en paz, en medio de un mundo que se
organiza totalmente de espaldas a esta bienaventuranza. Un imperativo es
preguntarnos cuáles serían esos mínimos éticos en los cuales podemos movernos:
Paz significa
solidaridad, trabajar juntos, convivir para llevar a cabo una tarea común que
haga posible la vida de los pueblos. Gracias a la paz se dilatan todas las
potencialidades posibles en la vida humana. En parte la palabra hebrea Schalom
significa esta experiencia… ausencia de guerras, tranquilidad social del pueblo,
armonía de toda la realidad basada en las relaciones del hombre con Dios, con
el pueblo y consigo mismo. Esta armonía depende entonces del don divino que es
la paz y que se resume en la estabilidad y disfrute de la vida en la salud, el
honor, la madurez personal y familiar, la justicia y la bondad de las
relaciones sociales… (Martínez 2002,
Pág. 290)
Uno de los
caminos que propongo, para acercarnos paso a paso a la renovación del tejido
social en esta dirección de la paz, es el que podríamos denominar en un sentido
amplio, pactos. Pactos de convivencia que nos lleven a maneras diferentes
de ser y estar en el mundo. Pactos sociales que se vayan ampliando desde
pequeños círculos hasta dinámicas barriales cada vez más amplias. En la
tradición bíblica encontramos algunas dinámicas que pueden apoyarnos en estas
búsquedas. Propongo releer el libro de RUT, en la perspectiva de los pactos de paz. Rut es
una mujer moabita, es decir extranjera con respecto a Nohemí que es israelita,
estas dos mujeres son suegra y nuera, lo que tradicionalmente no es el mayor
ejemplo de colaboración y mutuo aprecio. Sin embargo, saltando esas barreras
sellan entre ellas un pacto de fidelidad y apoyo mutuo que les va a significar bienestar y
posibilidades para la vida, es decir paz. El texto nos dice que en el “tiempo
en que gobernaban los jueces” sucedió esta historia. Sabemos que este tiempo no
fue entre las tribus israelitas un tiempo de estabilidad y paz… y es en medio
de este contexto difícil que ellas sellan su pacto.
Las palabras de
la joven a la mujer mayor, son un ejemplo de solidaridad incondicional:
No me instes
a que te deje, volviéndome de seguirte, pues donde tu vayas iré y donde tú
mores moraré; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras
moriré yo y allí seré enterrada (Rut,
1, 16…).
Esta promesa
hecha en condiciones duras para una mujer mayor, viuda y desamparada se
convierte en la base firme y permanente de un pacto de apoyo mutuo que abre las
puertas a nuevas posibilidades para la vida y el mañana.
Estas mismas
posibilidades son las que propician un ambiente de paz y son las que las
mujeres en una dinámica clara de desarrollo político podemos hacer. Como lo
plantea Marcela Lagarde:
La sororidad
es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una
experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y
a la alianza existencial y política,
cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres para contribuir
con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de
opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el
empoderamiento vital de cada mujer.
No se trata
de que nos amemos, podemos hacerlo. No se trata de concordar embelesadas por
una fe, ni de coincidir en concepciones del mundo cerradas y obligatorias. Se
trata de acordar de manera limitada y puntual algunas cosas con cada vez más
mujeres. Sumar y crear vínculos. Asumir que cada una es un eslabón de encuentro
con muchas otras y así sin fin. Al pactar el encuentro político activo tejemos
redes inmensas que conforman un gran manto que ya cubre la tierra… (Lagarde 2014, Pág. 409)
Lo que me parece
importante es: lograr un tejido social que desde la periferia hacia el centro,
pasando por distintas organizaciones, iglesias y grupos vaya generando
relaciones armónicas y equitativas que alberguen la paz por conseguir. Organizaciones
que se proyecten de distintas formas a las ciudadanas y ciudadanos en general. La
única vía para lograr esta cultura de la paz, es desde la
proxemia, desde los barrios, desde la comunidad y los círculos que vayan
transformando la costumbre de relacionarnos de una manera egotista hacia una
manera solidaria. Que lime o acabe con odios, resentimientos, desconfianzas y
construya relaciones de aceptación, acogida y hermandad.
BIBLIOGRAFÍA
Dolores Aleixandre: DICHOSOS
VOSOTROS…
Editorial CCS, Madrid 2004 – Págs. 91-92
William Barclay: LAS
BIENAVENTURANZAS. Comentario.
Ediciones La Aurora, Buenos Aires 1976
Fernando
Camacho: LA PROCLAMA DEL REINO.
Ediciones
Cristiandad, Madrid 1986
Marcela Lagarde y de los Ríos: EL
FEMINISMO EN MI VIDA, Hitos, claves y topías. Cuadernos Inacabados,
Editorial horas y HORAS, Madrid 2014
Bernard Lambert: LAS
BIENAVENTURANZAS Y LA CULTURA HOY.
Ediciones Sígueme, Salamanca 1987
Francisco Martínez Fresneda: La
paz actitudes y creencias.
Editorial Espigas, Murcia 2002
Raimon
Panikkar: Paz y desarme cultural.
Ed.
Sal Terrae, Bilbao 1993
Carlos Mario Perea: Vislumbrar la
paz. Violencia, poder y tejido social en ciudades latinoamericanas.
Edición de DEBATE y Universidad Nacional, Bogotá 2016 - Pág. 237
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