DUELO Y DIGNIDAD
Carmiña Navia Velasco
Unos amigos, en medio de una reunión en
una discoteca, en Bogotá, violaron y mataron a Rosa Elvira Cely, una mujer
joven de 30 años que soñaba con terminar su bachillerato, estudiar sicología y
ver crecer a su hija. No sólo la violaron, la ultrajaron salvajemente:
introdujeron por su vagina y por su ano materia fecal, materia vegetal,
produciéndole peritonitis, infección y finalmente la muerte en medio de una
situación espantosa.
Esta mañana, en una reunión de 12 mujeres,
compartimos testimonios directos y cercanos de situaciones parecidas, a fines
del 2011, en Guapi, un marido violó a su mujer y le introdujo por la vagina un
secador prendido, la mató también. Hace no más de 15 días en el centro comercial
Río Cauca de Cali se encontraron en
los baños, dos jovencitas de 14 y 15 años violadas y asesinadas. En los últimos
dos meses en el sector de Alto Nápoles un hombre ha violado a varias mujeres
mayores que viven solas en sus precarias viviendas… Hoy mismo conocemos una
nueva denuncia: Autoridades y comunidad
indígena del Resguardo Nasa Uh, denuncian el acceso carnal violento cometido
por un militar contra Floralba Yunda Dizú, mujer indígena que se encontraba en
estado de indefensión, el viernes 18 de mayo.
Parece una epidemia. ¿Qué ocurre en la
mente aberrada y enferma de estos hombres que necesitan convertir a la mujer en
un objeto degradado, en un instrumento de sus horrores y sevicias? ¿Qué pasa
con el sexo femenino que tiene que ser ultrajado y domado de esta manera, qué
temores produce, que miedo o retos espantosos despierta? Definitivamente parece
estar maldita una sociedad en la que la sexualidad se convierte en horror, en
la que el cuerpo humano no es camino hacia el goce, el placer y el amor, sino
medio de venganza y de sentimientos terribles.
¿En qué sociedad estamos viviendo, qué
sociedad estamos formando… que produce estos hombres tan absolutamente enfermos,
estas mentes radicalmente torcidas? Este sistema patriarcal llega hasta límites
que no pueden imaginarse, ni soñarse. Estamos en una espiral que no parece
tener ni tocar fondo. Espiral sin salida aparente aunque las mujeres
multipliquemos nuestras voces de denuncia y protesta. Responsabilidad de todos
y de todas: familias, escuelas, colegios, iglesias, círculos de amistades, de
relaciones…
El duelo que vivimos, es por las mujeres
violadas y ultrajadas sí… pero es también por una sociedad que perdió sus
caminos, que se retuerce a sí misma, que ahoga sus desorientaciones en maldad
refinada, en indiferencia cómplice, en preguntas que no se hace, en
reorientaciones que no se da.
En un sistema impune como este, los
violadores de Cely y es posible que de algunas otras pasen algunos días en la
cárcel, a lo mejor, con muchísima suerte algunos años. Por cada uno de ellos,
habrá muchos que harán lo mismo o cosas parecidas… Es necesaria una
reorientación de fondo en el manejo del deseo, en el respeto a la otra, al
cuerpo de cada mujer y cada hombre. ¿Cómo enfrentar conjuntamente este reto que
quizás nos regrese a una sociedad en la que sea posible vivir y amarnos? ¿Una
sociedad en la que el cuerpo de la mujer no sea un llamado a la afrenta?
Santiago
de Cali, 2 de Junio de 2012
Leí el texto de Carmiña. Sí, es verdad, la situación es muy desesperada. Pero me da mucha pena leer estas cosas.
ResponderEliminarPienso y creo que deberíamos ser más conciliadoras, dar un poco más de esperanzas.
La vida es muy dura y si leemos tanto odio en las mujeres que se supone que nos orientan, pues
creo que no hacemos nada.
Nosotras desde nuestro trabajo conjunto con las mujeres desde la escuela política de mujeres pazificas propusimos dos jornadas de protesta, las que se están llevando a cabo y seguiremos promoviendo el debate en términos amables.
Un abrazo,
Ana María
¿Términos amables cuando, en el último caso, una mujer es atravesada y violada de semejante manera tan infame? A ver si entiendo: "mujeres pazíficas" equivale a "mujeres agachadas y sumisas"? Lo siento mucho, pero las cosas tienen que ser llamadas por su nombre, y como primer paso para drenar tanto dolor y tanto sufrimiento es narrar las historias tal como se dan. Y Carmiña es una maestra en el tema: tantos años caminando con las mujeres del pueblo dan prueba de su testimonio. Tu apreciación, Ana María, no la quiero poner en mis labios. No quiero que la que sigue sea mi madre, mi abuela, mis sobrinas y mis amigas. No quiero sentir ese dolor para tener que reaccionar ante tanta infamia. Tu comentario es profundamente desacertado, desde mi opinión.
EliminarRosa: no solo te violó Javier Eduardo. Todo el sistema colombiano productor de muerte y exclusión también te violó y te empaló. Tu cuerpo atravesado denunció a todos los violadores que estaban alrededor tuyo. Somos todos responsables de tu muerte.
ResponderEliminar