domingo, 1 de abril de 2012

JUEVES SANTO, MANDATO DEL AMOR


Hace siglos la iglesia católica centró la celebración del Jueves Santo en la memoria de la institución de la eucaristía, sin embargo si nos centramos en la lectura del texto de Juan, vamos a encontrar un sentido mucho más amplio y rico para esta conmemoración. Los capítulos 13 al 15 del cuarto evangelio, nos presentan a Jesús en la celebración de su última Pascua, en el tiempo inmediatamente anterior a su prendimiento y pasión. Se trata de unos capítulos bastante únicos en la literatura occidental, de los cuales sólo encontramos parangón en la literatura amorosa.

Empiezan la cena, Jesús está con el círculo de sus íntimos para celebrar el rito de la Pascua, quizás el más importante del mundo judío. Es el anfitrión de la noche. Inesperadamente se levanta, se ciñe la cintura y empieza a lavar los pies de cada uno y cada una de sus invitados. Esto nos dice Juan con una intencionalidad absolutamente precisa: El maestro galileo, en un claro gesto de un ritual de iniciación, asume una función y una tarea reservada en su mundo cultural a los esclavos y especialmente a las esclavas, es decir a los últimos de la escala social.

La tarea de lavar los pies a los invitados e invitadas, era una tarea corriente que daba cuenta de la acogida hospitalaria que tenía la cultura judía en grandes ocasiones. La gente llegaba cansada y polvorienta de recorrer caminos y agradecía un poco de bienestar a su llegada. Jesús da esa acogida, pero en su gesto está mostrando otra cosa: no es una jerarquía del poder o el prestigio lo que él propone, es una jerarquía de la solidaridad desde abajo.

Sobre ello nos dice Maríà Corbí:
Lo que Jesús hace en el lavatorio de los pies no es ni doctrina ni mandato; es revelación de la manera de ser del Absoluto, de lo que es, que él manifiesta con su acto.

A continuación inicia –siempre según el testimonio de las comunidades joánicas- sus discursos de despedida. Una vez más, la claridad más rotunda. Se trata para quien quiera marchar por sus caminos (los del Maestro), de estar unidos/as a él como la vid y los sarmientos, unidad que se da en la praxis concreta, no en el deseo o en la formulación.

¿Y de qué se trata esa práctica? No queda ninguna duda tampoco. Todo ese contexto está presidido por el mandato del amor, central en la tradición del discípulo (¿discípula?) amado:

¿En qué se conocerá que son mis discípulos? En que se amen unos a otros como yo los he amado… Y ¿cómo los ha amado? Entregando la vida en ese amor.

Uno se pregunta muchas veces cómo se ha llegado a partir de esta propuesta, éticamente revolucionaria, a una religión que bendice las guerras, que reprime los cuerpos y el amor, que institucionaliza los poderes y las jerarquía, que dicta normas por fuera de toda contextualización y compa-sión, que tapa con dinero los abusos de sus sacerdotes… Uno se pregunta muchas veces… y no encuentra respuesta.

Jueves Santo: La fiesta del amor. Del amor en todas y cada una de sus manifestaciones. El amor como única posibilidad de práctica del círculo de amigas y amigos de Jesús. Una posibilidad bastante inédita para nuestras memorias.



Carmiña Navia Velasco
Abril de 2012 – Cali.

3 comentarios:

  1. Gracias Carmiña, por este rico artículo sobre el jeuves santo. Es una delicia compartir y ser miembra del grupo María de Magadala. Lo que tu nos expones, es lo que muchas sospechamos, y es el cansancio que mucha gente vive en esos rituales tan pesados, rígidos y faltos de vida a que someten las jerarquías a los pueblos, sibre todo a mujeres de buena voluntad. Qué bueno que podemos celebrar nuestro Jueves Santo con mística, unción y convencidas que lo estamos haciendo para renovar nuestra memoria de cristianas que tratamos de vivir el mandamiento del amo.
    Un abrazo,
    Albastella

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    1. Gracias Alba Estela...
      Nos vemos en nuestra Pascua!
      Un abrazo,
      Carmiña

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  2. Esplendida reflexion sobre ese acto de amor. Para amar hay que ponerse a los pies de los otros sin tener en cuenta prejuicios ni diferencias. Amar es servir como hace Jesus, arremangandose y poniendose a la faena porque quien te necesita no sabe de tiempos, ni culturas,ni diferencias: sólo conoce sus urgencias.

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