Más información en el siguiente Link:
lunes, 17 de febrero de 2014
lunes, 2 de septiembre de 2013
Memoria de mujeres
De la libertad que se ata proviene toda
fecundidad
Adrienne von Speyr
Las mujeres han sido
marginadas de todos los cánones que constituyen nuestra cultura: en el nivel
artístico, literario, científico y por supuesto religioso, eclesial y
espiritual. Y es tarea nuestra -de las mujeres- recuperar esa memoria que las
ha negado y que ha pretendido ocultarlas en el silencio. En esta tarea se
inscribe el presente texto, que quiere dar a conocer a tres grandes mujeres que
en el siglo XX aportaron con su vida, su praxis y su escritura y pensamiento al
desarrollo de una tradición espiritual femenina, tradición subterránea e
ignorada en la que es imprescindible e imperante bucear.
Son tres mujeres que
desde distintos países de Europa y en situaciones diferentes dijeron su
palabra, aportando una mirada de género a los grandes problemas del pensamiento
en este siglo y aportando con su vida y su praxis a la construcción de otro
mundo posible, un mundo más humano y más amable. Situaciones distintas,
construcciones distintas: De fondo una clara conciencia de la necesidad del
aporte de las mujeres al entorno, a la iglesia y al mundo.
La primera en la que
nos detendremos: Dorothy Sayers, es
una escritora católica inglesa. Conocida como autora de novelas policiacas,
hizo parte de un grupo de intelectuales católicos que durante la primera mitad
del siglo XX participaron activamente en debates teológicos y eclesiales, intentando lograr una renovación profunda de
la iglesia y proponiendo una reconciliación de la teología con el mundo y el
hombre modernos. Este grupo fue una de las fuerzas que activaron el Concilio
Vaticano II.
Su propuesta se
orientó muchas veces a luchar contra la hipocresía religiosa y a conseguir
compromisos sociales en los sectores eclesiales, sacándolos de sus conventillos y sacristías. Recojo sus
palabras en su intervención ante el Consejo de Moral Pública, en Caxton Hall,
en 1941:
… para la mayoría de la gente, la
palabra inmoralidad ha pasado a significar una cosa y solo una… Un hombre puede
ser codicioso y egoísta; despiadado, cruel, envidioso e injusto; brutal y
violento, avaro, falto de escrúpulos y mentiroso, obstinado y arrogante;
estúpido, huraño y carente de cualquier instinto
noble… y aún así somos capaces de decir
de él que no es inmoral. Recuerdo que en cierta ocasión un joven me dijo con
toda sinceridad: No sabía que hubiera siete pecados capitales; dígame por favor
cuáles son los otros seis.
Nuestra escritora se
desesperaba con la obsesión que los hombres de iglesia tenían por el sexo.
Demandaba por parte de la iglesia una mirada amplia a la sociedad y a las
prácticas sociales.
Sayers en su obra La mente del creador, realiza un acercamiento novedoso al tema del
misterio de la Trinidad, logrando un aporte significativo a la
reactualización de esta temática. Define las personas trinitarias como La Idea, la Energía y El Poder. Su libro
fue recibido con entusiasmo y el Cathilic
Herald afirmó: La doctrina de la
Trinidad se desarrolla de un modo maravilloso y cobra súbitamente un interés
extraordinario. Se consideró una obra estimulante y diferente.
Sería interminable
detenernos en detalle en la obra de esta pensadora, sólo afirmar que esta mujer
inglesa abrió para las mujeres una senda de participación activa en el debate
teológico-político, cuestionando a fondo la cerrazón de la iglesia sobre sí
misma y clamando por una apertura que conllevara un compromiso social más
cierto y eficaz.*
Su vida está llena de avatares y cambios insospechados, no
usuales en las mujeres que luego son proclamadas como santas. Se casa muy joven a los 18 años divorciándose casi
enseguida. Tiene su primera hija de una relación oscura y secreta, aún no se ha
podido establecer con quien, al tenerla antes de su divorcio, esta hija es
asumida por su primer marido. Posteriormente se casa de nuevo y con su esposo
tendrá otros dos hijos y partirá al exilio para radicarse en París. Ante la
muerte de su hija menor sufre una radical transformación, se separa de su
marido de común acuerdo y con el reconocimiento eclesiástico y va a vivir a un
monasterio bajo en nombre de Madre María. Ella se refiere así a su experiencia:
A
la cabecera de Nastia, sentí que mi alma había errado durante toda mi vida por
senderos tortuosos. Desde entonces aspiro a un verdadero camino, rector y
despejado, no porque crea en la vida, sino para justificar, entender y aceptar
la muerte.
No es exactamente una teóloga, tampoco una filósofa, aunque
tiene de ambas realidades y muchas veces
se la considera parte de los filósofos
religiosos rusos. Sus escritos y su testimonio hay que ubicarlos a caballo
entre la mística y la profecía. Lo más
significativo fue que en medio de los tiempos revueltos que vivía Europa, ella
en plena ciudad de París, vivió autónomamente su vocación monacal en el medio
urbano y como un servicio a los más necesitados. Sobre su forma de vida monástica, nos dice:
El
día del juicio final no se me preguntará sobre mis prácticas ascéticas ni sobre
el número de letanías ante el altar divino. Me preguntarán si he dado de comer
a los que tienen hambre, vestido a los desnudos, visitado a los prisioneros. A
esto tendré que responder.
Sin embargo, eso no la aleja o disculpa de una búsqueda
mística permanente. Lo expresa en lo que
desea como rumbo para la comunidad cristiana:
Un
cristianismo social auténtico no solo debe tener forma cristiana. Ha de ser
efectivamente cristiano. Para ello necesita otra dimensión, un fundamento místico
capaz de arrancarle de la espiritualidad plena y del moralismo de dos dimensiones
y llevarle a las profundidades de una espiritualidad multidimensional. Me
parece que esto es justamente lo que la Ortodoxia, que todavía no se ha
expresado del todo sobre el tema, podría y debería decir para hacer más
profundas las tentativas católicas y protestantes de apertura del cristianismo
al mundo.
La madre María hace de su prójimo el norte de su vida y
desde su perspectiva teológica el otro y la otra necesitados, son el mayor y más
auténtico sacramento de la Divinidad. Sacramento que llena con su presencia
nuestra vida y no permite el “descanso”. Por ello Skobtsov exige de la iglesia
exiliada y de la iglesia europea un compromiso serio en la defensa universal de
todas formas de vida.
Su lucha permanente por el hermano, su acercamiento
valiente y decidido a las víctimas del nazismo la condujo al martirio. Su
muerte permanece bastante en la oscuridad, no está claro si su entrada en la
cámara de gas se debió a su voluntaria sustitución de alguna otra mujer o si
fue conducida hasta allá por equivocación, en todo caso su muerte se produce,
como decíamos, en Ravensbrück en 1945. Deja tras de sí una estela de amor entre
sus seguidores y seguidoras que piden a la iglesia rusa su canonización, lograda
en el 2004 como dije antes.**
Finalmente me voy a detener en otra mujer extraordinaria y
de igual manera bastante desconocida: Adrienne Von Speyr, suiza, compañera
de luchas, fatigas, pensamiento y misión de Hans Urs Von Balthazar. Adrienne nace
en, La Chaux de Fonds, Suiza. Su padre es oftalmólogo y los familiares de su madre
relojeros de alto reconocimiento. A lo largo de toda su vida tiene una muy mala
relación con su madre y desarrolla una cercanía mayor y especial con su
abuela y su padre. Nace en 1905 y muere en 1978. Desde niña en la escuela
primaria muestra una sensibilidad especial por los pobres y los auxilia. Pierde
muy pronto a su padre y el apoyo que en él tenía, a raíz de esta pérdida sale
de su casa y empieza a ganarse la vida.
Estudia medicina a pesar de la desaprobación de su
progenitora. Pasa largas hora recluida en su cama a causa de quebrantos de
salud que siempre la persiguieron: fuertes dolores en la espalda que la
obligaban a permanecer inmóvil durante varios días, colapso de sus dos pulmones
a causa de una tuberculosis en su juventud. Desde muy niña tiene experiencias
religiosas fuertes y se acerca en su adolescencia al catolicismo por sentirse
así más
cerca de Jesús, su origen familiar era protestante.
Se gradúa como médica y se casa dos veces, al quedar viuda
la primera vez. Posteriormente logra ser presentada a Von Balthasar, jesuita a
quien plantea su necesidad-deseo de convertirse. A partir de ese momento ellos inician un
camino espiritual y socio-religioso que no terminará sino con la muerte de
Adrienne. Esta amistad y cercanía le costó a Von Balthasar su salida de la
compañía de Jesús, ya que los jesuitas no la aceptaron.
A lo largo de toda su vida, trabajó incansablemente en
favor de los más desposeídos, especialmente a través de la práctica de la
medicina. Escribió más de 60 libros de carácter teológico, bíblico y
espiritual, sus propuestas alrededor del tema de la Trinidad, constituyen un aporte original a la evolución de esta
doctrina. Sus reflexiones alrededor de la relación: muerte / vida, luz /
tinieblas… parte de su comentario detallado al Evangelio de Juan, son de una
contemporaneidad asombrosa. Igualmente su acercamiento a la figura de María es una muestra fehaciente de
sensibilidad femenina y lucidez teológica.
Podemos terminar esta triple presentación con sus
palabras:
Principio
es la forma de la vida cristiana. Ser cristiano es una promesa eterna, que como
tal jamás es cumplida, es un tender, buscar, urgir, luchar, golpear y anhelar,
algo que continuamente se abre sin estar jamás abierto, algo que se está
abriendo eternamente, que eternamente quiere salir de ese punto medio que no le
es más soportable.***Las citas y referencias están tomadas de:
* Joseph Pearce:
ESCRITORES
CONVERSOS, la inspiración espiritual en una época de incredulidad.
Ediciones Palabra, Madrid, 2009
** Emilia Bea Pérez, MARÍA
SKOBTSOV, Madre espiritual y víctima del holocausto. Narcea de Ediciones
2007
Madre María Skobtsov: EL
SACRAMENTO DEL HERMANO
Ediciones Sígueme, Salamanca 2004
*** Adrienne Von Speyr, OBRAS COMPLETAS
Fundación San Juan, Madrid.
Carmiña Navia Velasco
Septiembre 2013
martes, 23 de julio de 2013
MANIFIESTO EN LA FESTIVIDAD DE MARÍA DE MAGDALA
Los estudios teológicos
confirman que María de Magdala, a quien el COLECTIVO DE MUJERES EN La IGLESIA
POR LA PARIDAD tiene como patrona, fue una más de los apóstoles que seguían a
Jesús. Esto nos da fuerza para continuar reclamando a la jerarquía de la
Iglesia Católica que finalice la marginación que, sin ninguna justificación,
mantiene hacia las mujeres.
Hemos escogido unos textos
de personas reconocidas por su calidad humana y espiritual. Creemos que nos
pueden ayudar a nosotras y a muchas personas, jerarquía incluida, a reflexionar
sobre esta discriminación que sufrimos las mujeres en el seno de la Iglesia.
La ONU ha aprobado un
texto de 81 artículos, que todos los países han aceptado, contra la
violencia hacia las mujeres. Los obispos lituanos han decidido no apoyar el
documento, porque "promueve la ideología de género" y presenta
varios puntos no aceptados por la Iglesia Católica, como los del artículo
decimocuarto, en el que se pide a los Estados que emprendan las acciones
necesarias para incluir en los programas escolares materiales didácticos sobre
la paridad entre los sexos y para que los roles de género no sean
estereotipados. Tampoco aprueban el artículo duodécimo que convoca a todos los
partidos "a promover el cambio de los comportamientos socioculturales de
las mujeres y los hombres, con objeto de eliminar prejuicios, costumbres,
tradiciones y prácticas basadas en la idea de la inferioridad femenina o los
modelos estereotipados de los rolesde hombres y mujeres ".
Del mismo criterio son los
obispos de Polonia, que han criticado al
gobierno polaco por haber
firmado el tratado.
(Isabel Gómez Acebo: bloque 3-6-13)
Las estructuras
premodernas que todavía conserva este poder religioso, necesitan ser confrontadas
con los anhelos democráticos de nuestros pueblos que buscan nuevas
formas de organización más acordes con los tiempos y grupos plurales
de hoy. Tienen que ser confrontadas con las luchas de las mujeres, de
las minorías y mayorías raciales, de personas de variada orientación y opción
sexual, de pensadores, científicos y trabajadores de las más
variadas profesiones.
Yvone
Gebara. (Adital 14-02-13)
La jerarquía católica ha
recibido una serie de avisos sobre la distancia que la separa de los seglares
en importantes cuestiones relacionadas con las reformas. Una encuesta reciente
en Alemania muestra que el 85% de los católicos están a favor de que los
sacerdotes puedan casarse, el 79% creen que los divorciados tendrían que poder
volver a casarse por la Iglesia, y el 75% están a favor del sacerdocio
femenino. Es muy probable que en otros muchos países salieran cifras parecidas.
Hans Kung (diario El País 1-3-13)
José I. González Faus.(Adital 7-4-13)
Hoy, una mujer o una
persona joven pueden ocupar ya responsabilidades de primer plano en la vida
pública, en las empresas y hasta en el ejército. Una mujer puede ser madre con
20 años y una persona joven puede luchar en una guerra. Sólo en la Iglesia
continúan sin voz ni voto. Y no la tienen, ni directa ni indirectamente, en la
elección del responsable último de la mayor confesión religiosa del planeta.
Juan Arias.(Río de Janeiro 18-2-13)
LA MUJER en muchos países
del mundo ha pasado de ser objeto a ser sujeto de derecho. Una mujer es objeto
de derecho de facto cuando se la utiliza para trabajar, para servir, cuando su
libertad de conciencia se ve recortada o cuestionada por varones que pertenecen
a la jerarquía de la Iglesia Católica o a cualquier otra organización
jerarquizada. La mujer es sujeto de derecho cuando tiene los mismos derechos
que los hombres en todos los aspectos de la vida.
En la Iglesia Católica, la
mayoría de los servicios de limpieza de los templos y espacios parroquiales,
cuidado de los ornamentos litúrgicos, servicios de Cáritas, atención a los
enfermos, visitas a los presos, atenciones médicas a misiones, casas de
acogida, escuelas al tercer mundo, etc. están, mayoritariamente, llevadas por
mujeres.
jueves, 27 de junio de 2013
DEVOLVERLE A MARÍA LO QUE ES DE MARÍA
María de Jesús Flores, LLERENA
—Oiga, le dije respetuosamente después de haber
estado escuchándolo un rato demasiado largo, ¿le importaría prescindir del
artículo “la” para referirse a María
de Magdala?. Creo percibir —supongo que sin mala intención— un tono algo displicente,
desatento, impropio de una persona de su
dignísima dignidad. Quizá lo ignore y esa
es la razón por la cual me gustaría informarle
de que “la Magdalena” a la que
usted nos ha dejado de nombrar en esos términos, tiene nombre propio: Se
llama María. Precioso, ¿verdad?; y es, además, una de las pocas mujeres con nombre propio en los
evangelios. Magdala es,
sencillamente, un gentilicio. Y esto que
a usted puede resultarle “de cajón” tiene su importancia y su trascendencia,
pues el hecho de que al nombre propio el evangelista añada su lugar de origen
obedece a que es de las pocas mujeres que en los relatos evangélicos no aparece
ligada a ningún varón, ni definida por su rol subordinado a él, lo cual quiere decir que estamos ante una
mujer cien por cien independiente y libre que supo coger la vida entre sus
manos y tomar decisiones propias. Otro tanto sucede con María, de Nazaret ¿lo ve? Hay también una Susana (Lc 8,3) y una Salomé (Mc 15,40)
que aparecen a la sombra de sí mismas. Posiblemente no había caído en la
cuenta, pero no se preocupe, que para
eso estamos, para ayudarnos unas a otros. Insisto, las otras mujeres —¡con
nombre!, que esa es otra cuestión que podemos dejar para otro día— nos son
conocidas por su vinculación-sometimiento primero a sus padres, después a sus
maridos y, por último a sus hijos… Por refrescare la memoria le nombraré a
algunas: Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; María, la
madre de Santiago y de José (Lc 8, 3-5);
Ana, profetisa de profesión, y perdone la redundancia, hija de
Fanuel (Lc 2,36); María, mujer de Cleofás
(Jn 19,25) Herodías, mujer de Filipo;
Isabel, esposa de Zacarías, el cura viejo e incrédulo (Mc 6,17ss), etc.
Estoy convencida
de que no hay personaje al que la historia, pero más que nada el cristianismo,
le deba tanto como a esta ancestra de nuestra fe con la que no supieron que
hacer los líderes religiosos de las
primeras comunidades cristianas; precisamente por su capacidad de liderazgo—¡como
lo oye!— lo que parece que originó no
pocas tensiones y desbandadas.
Como de un
triple salto mortal en el aire, se tratara, de ese “más difícil todavía”, por alguna
oscura decisión, María de Magdala, de la noche a mañana, pasó de prostituta a
santa, y de anunciadora de la resurrección de
Jesús, con todos los avales de
discípula y enviada: “Ve a mis hermanos y diles” (Jn
20,17) a “Apóstol de los apóstoles”.
Perdida la carrera, por trampas del
adversario, quisieron conformarla con un premio por de consolación. Y todo para no incluirla, ni a ella ni a otras muchas, en la tradición apostólica. ¡Ahí es nada!
La cuestión de que Jesús la liberara de “siete demonios” (Mc 16,9), lo que parece ser la base del infundio, indicaría un proceso de transformación
interior; como usted bien sabe, siete es
un número simbólico que expresa totalidad, perfección, plenitud; lo cual quiere decir que María fue una mujer íntegra
e integradora. ¡María fue ella!
Imagínese
el bien que nos haría a usted y a mí darnos
cuenta de cuántos y cuáles son los demonios
que diariamente desaloja el Maestro de nuestra vida. En lo que a mí respecta, puedo
confesarle, sin rubor, que hace muchos años perdí la cuenta.
jueves, 13 de junio de 2013
La igualdad de la mujer en la Iglesia
Un movimiento
soterrado lucha por la igualdad de la mujer en la Iglesia – Considera
clave la ordenación – El Vaticano hace oídos sordos: JOSE LUIS BARBERIAby
evangelizadorasdelosapostoles
Los sacerdotes
rechazan a la mujer en la iglesia "En el nombre de la Madre, de la
Hija y de la Espíritu Santo. Diosa nuestra, acoge a nosotras, cristianas
(...) Madre nuestra que estás en los cielos..." Las teólogas
feministas nos proponen invertir, subvertir, el lenguaje de género de la
liturgia católica para que comprobemos la apropiación masculina de la idea
misma de Dios operada a través de los siglos. Piensan que, de tanto
representar al Altísimo con figuras masculinas y de excluir a la mujer de
los estamentos del poder religioso, las jerarquías católicas han acabado por
"violar la imagen de Dios en las mujeres", por borrar la parte
femenina del Supremo Hacedor.
Hay teólogas que
creen que el lenguaje debe reflejar la parte femenina de Dios En España
hay 19.000 religiosos. Las religiosas son más, 49.000 ¿Cree el Papa que la
nueva generación aceptará un puesto subalterno? El 22% de los sacerdotes
están casados o viven en pareja.
Pocas imágenes
pueden resultar tan obscenas en nuestras sociedades católicas como la
exposición pública de una mujer desnuda y clavada en la cruz. Y pocas
cosas irritan tanto al Vaticano como el cuestionamiento del papel asignado
a la mujer dentro la Iglesia. "La ordenación de las mujeres es el
paso primero para recomenzar la comunidad de iguales que quería Jesús. La
Iglesia se empobrece clamorosamente por la carencia de una aportación
femenina más plena y responsable", indica la monja María José Arana,
antigua párroca de la Congregación del Sagrado Corazón, doctora en Historia
y autora del libro Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?
Hay una revuelta
feminista que lleva décadas labrándose sordamente en las catacumbas de la
Iglesia oficial, una rebelión, secundada clandestinamente en no pocos
conventos, que no consiguió silenciar el Monitum (advertencia canónica
oficial) dictado hace seis años por el entonces Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe (Antigua Inquisición) y hoy Papa,
Joseph Ratzinguer, ni las posteriores amenazas de excomulgar a quienes
participen en la ordenación de mujeres.
La
democratización-feminización modificaría, sin duda, la visión interior y
exterior de la Iglesia y desbarataría el entramado vertical del poder:
obispo, cardenal, Sumo Pontífice; de forma que la elección del Papa, o de
la Papisa, no recaería ya en los 118 varones purpurados cardenalicios
reunidos en cónclave. Se comprende, pues, que el reciente libro de Carlo
María Martini, Coloquios nocturnos en Jerusalén, haya tenido el
perturbador efecto de la piedra lanzada a las estancadas aguas
doctrinales. Figura de referencia para las corrientes reformistas, aunque
desahuciado ya para el papado, el cardenal ha invitado a sus pares,
príncipes de la Iglesia, a plantearse el sacerdocio femenino, el fin del celibato obligatorio y la sustitución de la encíclica Humanae Vitae
que prohíbe, incluso, el uso del preservativo. Son mensajes de
esperanza para esa otra Iglesia de base, renovadora, que no se reconoce en
su actual jerarquía. Pero, con la excepción del presidente de la
Conferencia Episcopal alemana, el arzobispo Robert Zollitsch, partidario
de la revisión del celibato, las propuestas de Martini no han obtenido
otra respuesta que el silencio del Vaticano y de las jerarquías
nacionales. Y eso que las encuestas muestran, también en España, que allí
donde la autoridad católica encuentra piedra de escándalo y materia de
anatema, los feligreses ven aproximación a una sociedad que ha abolido
la discriminación de sexo. ¿Es tan audaz la propuesta de Martini en
una Iglesia de templos abandonados, sacerdotes ancianos y
vocaciones escasas, compuesta por mujeres en sus tres cuartas partes?
No hace falta ser
mujer y creyente para constatar que las plegarias y letanías, los cánticos
y preces que los fieles católicos elevan a los cielos surgen mayoritariamente
de gargantas femeninas; que son las manos de mujer las que se ocupan de la
limpieza y el funcionamiento de los templos: desde las flores y los
manteles de los altares hasta el aire acondicionado, pasando por la
recolecta de las limosnas y el cuidado de los hábitos sacerdotales. ¿Qué
pasaría si, como proponen algunas teólogas feministas, las mujeres
decidieran no acudir a los templos hasta que se les reconociera la
igualdad? Un vistazo a las iglesias españolas, convertidas en hogares espirituales
para la tercera edad, da prueba de esa abrumadora presencia femenina.
Según la Confederación Española de Religiosos y Religiosas (Confer), a 31
de enero de 2007 había en España 18.819 religiosos, frente a
48.489 religiosas. Andrés Muñoz es uno de los 8.000 sacerdotes, el
22% del total, que viven hoy en España casados o conviviendo en pareja.
Lleva 27 años de matrimonio con Teresa Cortés, la mujer que hoy preside el
Movimiento para el Celibato Opcional (Moceop). Tienen un hijo de 25.
"El mal no reconocido de la Iglesia católica es el autoritarismo, la
falta de democracia interna y el rechazo a la libertad de
pensamiento", asegura. Su esposa está convencida de que el celibato
obligatorio es, antes que nada, un instrumento para el control de los sacerdotes.
Esta señora de
dulce rostro y expresión decidida - "hija del infierno",
le llamaron los integristas de una tertulia radiofónica-, piensa que
la humanidad y las religiones tienen contraída una gran deuda histórica
con la mujer. La aceptación del sacerdocio y el obispado femenino entre
los protestantes y anglicanos deja a la Iglesia católica ante la
pregunta obligada de hasta cuándo podrá seguir ignorando el hecho de la
emancipación femenina y la igualdad de sexos. ¿Cuánto tiempo necesitará
para cambiar la mirada que los Santos Padres, desde san Agustín a santo
Tomás, arrojaron sobre la mujer, ese ser al que, como Aristóteles, juzgaron
inferior, sumiso, de naturaleza "defectuosa", incompleta,
"imbecilitas", impura? ¿Cuánto tardará todavía en descargar a la
mujer del sentimiento de culpa por haber entregado la manzana a Adán, de
liberarse enteramente de los prejuicios que prohibían a las mujeres entrar
en los templos durante sus períodos de menstruación, o simplemente, tocar
los vasos sagrados? El machismo de la sociedad hunde también sus raíces en la
cultura cristiana y continua vigente en la idea, expuesta en la primera
encíclica del papa Benedicto XVI, de que la mujer fue creada por Dios,
"como ayuda del hombre".
Casada, madre de un
hijo, integrante del Movimiento para la Ordenación de Mujeres, una
iniciativa que ha convocado ya dos congresos internacionales, Christina
Moreira no se hace ilusiones sobre la evolución previsible de su iglesia.
"Lo último que hará el Papa será aceptar el sacerdocio
femenino", vaticina. "Desde que el Sínodo de la Iglesia de
Inglaterra (anglicana) aceptó la ordenación de mujeres, el 11 de noviembre de
1992, muchos fieles disconformes con esa decisión se están pasando a la
Iglesia de Roma", explica. Está convencida de que el cisma anglicano
va a reforzar el polo conservador del Vaticano.
"No les gusta
que las chicas empiecen de monaguillos porque saben que algunas terminarán
aspirando al sacerdocio", apunta Rosa de Miguel, otra mujer de
vocación sacerdotal que dice sentirse "con las alas cortadas y como una
hija abortada de la Iglesia". Después de una experiencia religiosa
muy intensa -"si eres hombre te dirán que tienes vocación, y si eres
mujer que estás neurótica o que te metas a monja"-, Rosa ha optado por
volcarse en su profesión y marcar distancias. Cansadas de sufrir, otras
muchas han acabado por suplicar a Dios que no les llame más. Desde luego,
clama hasta al más agnóstico de los cielos que el Código del Derecho Canónico,
renovado en 1983, sostenga que sólo el varón puede ser lector de las
Escrituras o acólito.
¿Creen
verdaderamente los obispos, cardenales y el Papa que las
nuevas generaciones de mujeres aceptarán sumisamente un puesto subalterno
en la Iglesia por mucho que últimamente vengan de la mano de los
movimientos más integristas? La ausencia de una perspectiva razonable de
evolución y el conservadurismo de los obispos que dominan la Conferencia
Episcopal Española exasperan a buena parte de la militancia cristiana
reformista, mayoritariamente de izquierdas, así como a los religiosos y
sacerdotes más comprometidos en la regeneración doctrinal.
En el entramado
asociativo Redes Cristianas que agrupa a un centenar y medio de colectivos
bajo la consigna común: "Otra Iglesia es posible", las
feministas católicas más irreverentes, que los 8 de marzo se manifiestan
al grito de "Si ya tenemos dos mamas, ¿para qué queremos un
Papa?", se encuentran con otras que evitan actitudes
irrespetuosas. Aunque el temor a las represalias está presente,
particularmente en las monjas y profesoras de Religión, la razón principal
es evitar desligarse de una feligresía educada en la obediencia ciega a
la jerarquía. "Colocarse al margen supondría dejar a la Iglesia en
manos de los Legionarios de Cristo", razona Pilar Yuste, de 44
años, catedrática de Teología y profesora de Religión. "Aunque no
queremos cismas, debemos rebelarnos contra las estructuras
antidemocráticas de la Iglesia", indica Teresa Cortés. La sima
que les separa de la actual jerarquía es tan profunda que los grupos más
radicales actúan al margen de la Iglesia oficial. Sus misas alternativas
se desarrollan en el filo de la legalidad eclesiástica o en manifiesta
ilegalidad. Alteran el rito litúrgico en aras de una mayor espontaneidad y
libertad, consagran pan y vino normales en lugar de las hostias de pan
ácimo (sin levadura) y el vino de misa, y tampoco resulta extraño que
algunas de estas misas sean oficiadas por mujeres que asumen por su cuenta
y riesgo la tarea de consagrar, desafiando la pena de excomunión. El vendaval
conservador de las últimas décadas ha desconcertado, sobre todo, a las
monjas y católicas seglares que, animadas por el mensaje aperturista del
Concilio Vaticano II (1962-1965), se lanzaron a profundizar en los
asuntos teológicos creyendo que la reforma rescataría a la mujer de su
secular papel subalterno en la Iglesia. Y estas mujeres, expertas
teólogas, han recorrido su camino, han descubierto demasiadas cosas como
para conformarse con el curioso argumento -la Iglesia del siglo XXI
transfiere su machismo al propio Jesucristo-, de que no es posible ordenar
a las mujeres porque el Salvador estableció que los 12 apóstoles fueran
hombres.
Desde el punto de
vista teológico, sin embargo, no hay un impedimento dogmático que prohíba
el celibato opcional ni la ordenación de la mujer. De hecho, los apóstoles
estaban casados y parece igualmente probado que en la Iglesia primitiva
hubo diaconisas y presbíteras, mujeres consagradas. Las historiadoras religiosas
se afanan por armarse de argumentos para demostrar que la teórica
imposibilidad de ordenarlas sacerdotes no es una verdad revelada, sino, como
ocurre con el islam y el judaísmo, producto de la interpretación masculina
de la historia a lo largo de siglos de marginación social de la mujer.
A estas alturas,
sin embargo, los subterfugios dialécticos encuentran ya cansadas a muchas
de estas católicas que lo que exigen es que la jerarquía sea consecuente
con la igualdad. Su mensaje es que la Iglesia católica perderá a las mujeres,
como antes perdió a los intelectuales y a los obreros. Ellas, que son las
que aman a Dios en mayor número, no aceptan ya que el sexo masculino
atribuido al Supremo Hacedor sirva para perpetuar la servidumbre y el
sometimiento secular de la mujer. Y es que, salvo que se insulte a la
condición femenina, no hay respuesta justificada posible a la pregunta:
"Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?".
Una tradición en
entredicho La Congregación para la Doctrina de la Fe decretó en mayo de
este año que cualquier mujer que fuera ordenada sería excomulgada.
La Iglesia protestante sí lo permite.
-Benedicto
XVI, en cambio, ha denunciado la discriminación de la mujer.
-Santa Teresitadel
Niño Jesús escribió a su hermana poco antes de morir: "Siento en mi interior
la vocación de sacerdote". Tanto el Nuevo Testamento como el
Manuscrito Barberini muestran que hubo mujeres consagradas durante los 10
primeros siglos de la historia
de la
Iglesia. María Magdalena aparece predicando, una actividad
supuestamente prohibida a las mujeres, en una pintura anónima de la
Escuela suiza del siglo XVI.
-
Concilios y cónclaves se han celebrado bajo la bóveda de la
Capilla Sixtina en la que Miguel Ángel pintó a tres mujeres
ejerciendo funciones sacerdotales.
- Algunas abadesas
italianas y las que dirigieron la abadía de Las Huelgas (Burgos) disponían
de mitras, el objeto característico del poder de los obispos y abades.
- La checa Ludmina
Javorová fue ordenada sacerdote por su director espiritual, el obispo
Félix Davidek, con conocimiento de Juan Pablo II, durante la dictadura
comunista en la República Checa.
El País,
15/08/2008
martes, 16 de abril de 2013
LA ALEGRE CIEGA DEL BEATERIO
- “Es una triste historia la que les voy a contar”, avisó al fotógrafo Fernando Moleres y a esta periodista la hermana Marcella Pattyn cuando visitó su antiguo beguinaje en Kortrijk para colaborar, en el 2006, en un reportaje del Magazine de La Vanguardia.
Nacida en Congo belga en 1920, su gran pena era su ceguera. Estudió en la escuela de ciegos de Bruselas y a los 20 años trató de ingresar en un convento pero ninguno la aceptaba. Las beguinas de Sint Amandsberg, a las afueras de Gante, una comunidad de unas 260 mujeres, sí. Tenía 20 años. Marcella trabajó atendiendo a enfermos. “He tenido que esforzarme mucho, pero entonces tenía bien las piernas… En Gante, alegraba a los enfermos con mi acordeón y mi mandolina”, contaba. Se rezaba mucho, aunque tenían tiempo libre para sus labores.
Luego se mudó al beguinaje de Kortrijk, con otras ocho mujeres. Las sobrevivió a todas. En el 2005 su mala salud hizo imposible seguir en el beaterio y se mudó a una residencia. El fresco de aquella mañana de primavera no le convenía mucho, pero era por “una buena causa”, decía: recordar la historia de las beguinas.
Ha muerto, mientras dormía, la última beguina del mundo. La hermana Marcella Pattyn, fallecida en Kortrijk (Bélgica) este domingo a los 92 años, era la última representante de un movimiento religioso desconocido y singular surgido en la Edad Media y que durante siglos dio insólitos espacios de libertad a la mujer en tiempos en que no tenía más opción que entregar su vida al hombre o a Dios.
Miles de mujeres de los antiguos Países Bajos encontraron una vía intermedia: retirarse a vivir en comunidad con otras mujeres en los llamados beguinajes (beaterios), unas miniciudades en las que los hombres estaban vetados.
Se dedicaban a la caridad, el estudio y, sobre todo, la oración, como no podía ser de otra manera en las sociedades teocráticas de la época, pero no pertenecían a ninguna orden religiosa y gozaban de una libertad de acción inimaginable en los conventos.
Vivían en casitas individuales que alquilaban a la comunidad, a veces tomando como criada a otra beguina de origen más humilde. Aunque no cabe calificarlas de feministas, un concepto ajeno a la época, prescindir de la protección del hombre era todo un atrevimiento.
En una primera fase, vivían en casas de familiares, dedicadas a la caridad. Su labor social despertó la admiración de la nobleza, que al principio del siglo XIII comenzó a financiar la construcción de los beguinajes a las afueras de las ciudades.
Con los conventos de la época abarrotados y el excedente de mujeres propio de los tiempos de las cruzadas, algunas eligieron llevar una vida religiosa sin renunciar del todo a la seglar (podían entrar y salir con libertad, pidiendo permiso).
El fenómeno surgió en las actuales Bélgica y Holanda, y pronto se extendió al norte de Francia y el oeste de Alemania. Llegó a haber más de cien beguinajes. En estos centros de espiritualidad surgieron algunas destacadas escritoras místicas medievales, como Beatrijs de Nazareth, Mechtild de Magdeburgo o Hadewijch de Amberes.
Sus actividades suscitaron recelos fuera de sus muros. “El riesgo de que dieran su propia interpretación a las escrituras llevó a la Iglesia a describirlas como brujas e infieles. Por eso el papa Clemente V amenazó con excomunión a quienes las protegieran”, explicaba en el 2006 al Magazine de La Vanguardia John Strouwens, presidente de la asociación del Gran Beguinaje de Gante. Fueron perseguidas, así como acusadas de herejes y prostitutas.
Marguerite Porète, autora de El espejo de las almas simples, fue quemada en la hoguera en París en 1310, acusada de beguina y de escribir “versos subversivos”. La persecución llevó a la mayoría a integrarse en órdenes religiosas convencionales.
Sólo en los antiguos Países Bajos se siguió dando protección a estas “mujeres pías”. El movimiento fue creciendo y mejorando su posición económica gracias a las herencias –muchas beguinas venían de familias acomodadas– y los ingresos procedentes de su actividad textil y sus huertos.
Su expansión tocó techo en el siglo XVI. Las guerras entre calvinistas y católicos condenaron su crecimiento. Las beguinas se extinguieron en los Países Bajos del norte, al convertirse en territorio calvinista. En Bélgica y el norte de Francia, la Contrarreforma les dio un nuevo impulso (de esa época datan las casas de piedra que sustituyeron a las de madera y que llegan hasta nuestros días), pero bajo mayor control clerical.
La mayoría de estos “inútiles centros de meditación”, como los definió el emperador José II, cerró sus puertas tras la Revolución Francesa. Sus propiedades fueron confiscadas. Algunos fueron comprados por nobles y dados a la Iglesia. Otros –como el de Bruselas– fueron arrasados por el desarrollo de las ciudades.
Sobrevieron algunos centros, pero en el siglo XX, con la emancipación de la mujer y la secularización, el movimiento perdió sentido. Con la muerte de Marcella Pattyn, sólo quedan como testigos de tan peculiar movimiento las piedras de sus beguinajes.
Trece de ellos, en Bélgica y Holanda, son patrimonio de la humanidad. Quizás el más visitado sea el de Brujas, entre cuyos álamos inclinados y jardines con narcisos se cruzan hoy monjas benedictinas. El más vivo, el de Lovaina, es parte de la universidad. Otros, como el de Gante, alquilan sus casas, siempre a condición de preservar la paz propia de estos espacios.
sábado, 6 de abril de 2013
María Magdalena, testiga de la Resurrección
María Magdalena, a quien los evangelios canónicos
reconocen unánimemente como el primer ser humano que vio y reconoció a Jesús
resucitado es a la vez desprestigiada dentro de cierta tradición cristiana por asignársele
la condición de prostituta.
Las
primeras declaraciones que pueden ser comprobadas, en las que se señala que
María Magdalena era una prostituta se encuentran en un sermón del Papa Gregorio
el Grande, en el 591 d.C. En efecto, este Papa, habló repetidamente en sus
homilías, muy populares durante los siglos VI al IX, identificándola con María,
la hermana de Lázaro y Marta, y con la mujer pecadora arrepentida de la que
habla el evangelista Lucas.
A
causa de ello, en occidente, se unificó la celebración de las tres, en un solo
día, como si fuesen una sola persona. Esta confusión jamás se produjo en
oriente, donde se mantuvo tres fechas diferentes para celebrarlas. En
occidente, solo el Concilio Vaticano II corrigió el error, al reformar el
calendario litúrgico.
Despejando
la confusión
“Compañera
de Jesús”, “apóstola de los apóstoles”, “igual a los apóstoles”, son algunos de
los títulos quela Iglesia de los primeros siglos otorgó a María Magdalena. La
primera entre las mujeres que seguían y atendían a Jesús, valerosa junto a la
cruz, primera testiga de la resurrección, primera en ser enviada a los
apóstoles para anunciar que Jesús vive para siempre. Esta es la grandeza y
singularidad de María de Magdalena, basada en una mutua y honda relación de
amor con su Maestro.
Sin
embargo, durante siglos y en buena parte de la Iglesia, esta realidad fue
encubierta y confundida como ya se dijo, con otra imagen que también es humana
y cristianamente atractiva, pero que se basa en un error.
Es
la imagen de una mujer pecadora, arrepentida, convertida en penitente seguidora
de Jesús. Todo ello se basa en un error de lectura de los Evangelios, puesla
Iglesiaconfundió (¿adrede?) a tres mujeres distintas en una sola: la anónima
mujer pecadora que según Lucas ungió los pies de Jesús, María la hermana de
Marta y Lázaro, y la auténtica María Magdalena.
Vale
la pena poner de relieve que durante siglos se ha dejado de lado cuando no
ocultado, la presencia de estas mujeres, y entre ellas la primera, María
Magdalena, acompañando a Jesús y junto a él, como si sólo le acompañaran
hombres.
La
verdad es que la presencia de mujeres entre quienes acompañaban habitualmente a
Jesús, es algo totalmente insólito en el judaísmo de su tiempo. En efecto,
Jesús rompió con el tabú de la mujer reducida a un papel subordinado y
doméstico.
En
la lista de mujeres que seguían a Jesús, tal como las presentan los Evangelios,
la primera es siempre María de Magdala, así llamada porque procedía de esa
ciudad, en las riberas del Lago de Galilea, que tenía fama de licenciosa, lo
cual, entre otras razones, habría permitido el considerar a María de Magdala
como mujer de vida dudosa.
Referencias bíblicas
En
eso incidió también la frase del Evangelio que señala que Jesús había echado de
ella siete demonios, lo cual para algunos significaba sus muchos pecados. Sin
embargo, haciendo una interpretación más adecuada al lenguaje de la época, hay
que decir que en realidad se refiere a un mal físico o psíquico, una enfermedad
grave o con múltiples efectos.
Pero,
¿qué dicen pues los Evangelios exactamente sobre María Magdalena? Las
referencias bíblicas incluyen la información de que fue una de las mujeres que
acompañaron a Jesús, después de que éste la sanó de la posesión de siete
demonios (Lucas 8, 2; Marcos 16, 9).
También
explican que fue una de las mujeres presentes al pie de la cruz (Marcos 15, 40;
Mateo 27, 56; Juan 19, 25) y una de las que se acercaron a la tumba de Jesús
con las primeras luces del alba del día de Pascua (Marcos 16, 1; Mateo 28, 1;
Lucas 24, 10; Juan 20, 1 y siguientes).
Según
el Evangelio de Juan, ella fue sola a la tumba y se encontró con Jesús, a quien
en un primer momento confundió con el jardinero. Al reconocerlo, se abalanzó
sobre él para abrazarle, llamándolo Rabboni, forma cariñosa del
término Rabbí (Maestro). Resulta evidente que esta María, la
de Magdala, era una amiga y compañera íntima de Jesús.
Otros
enfoques
Desde
hace algún tiempo, algun@s especialistas, sobre todo del campo de la teología,
y particularmente teólogas feministas, aplicando la hermenéutica de la sospecha
que caracteriza a la Teología feminista, buscan recuperar la figura de la
Magdalena.
El
tema ha atraído también a escritores y cineastas, que utilizan la ficción para
jugar con la figura de María de Magdala, atribuyéndole incluso una relación
amorosa con Jesús, imposible de demostrar, aunque algunos, como el sacerdote
jesuita Terrance Sweeney, al prologar el libro de Margaret Starbird,
( María Magdalena y el Santo Grial.Planeta, Barcelona, 2005) señala
que nada enla Biblia demuestra que Jesús fuese soltero o casado, y menciona al
erudito judío Ben Chorin, quien considera que hay “pruebas indirectas” que
indican que en la época de Jesús, el judaísmo consideraba el matrimonio como un
mandato divino, por lo cual puede considerarse probable que Jesús, como
cualquier joven judío, estuviese casado.
De
no haberlo estado, los fariseos se lo habrían reprochado, y en todo caso, San Pablo,
al dar las razones en apoyo al celibato, habría señalado que Jesús era célibe,
cosa que no hace.
Ellas
difunden el mensaje
En
todo caso, y volviendo a las mujeres que seguían a Jesús, señala la Teóloga Elisabeth
Schüssler Fiorenza que la presencia de las mujeres en el movimiento de Jesús,
como gusta llamarlo acertadamente esta teóloga, tuvo una gran importancia para
lograr la solidaridad desde abajo, y para que este movimiento continuara
después de la ejecución de Jesús y se expandiera fuera del entorno judío.
Aunque
siempre se cita por su nombre solo a tres de esas mujeres, fueron muchas más, y
protagonizaron momentos fundamentales, en Galilea, en los comienzos del
movimiento, en el Gólgota, junto a la cruz, y como primeras testigas de la
resurrección.
Entre
estas mujeres, la primera mencionada como ya se dijo, es siempre María de
Magdala, que integraba el grupo más cercano a Jesús y lo siguió desde el primer
momento, no dependiendo de su relación con ningún varón para seguir a Jesús, lo
cual muestra que era ya una mujer con cierta madurez e independiente de las
estructuras patriarcales.
María
Magdalena fue no solo testiga de la resurrección, sino que llevó la noticia a
los apóstoles, aún llenos de miedo y escondidos, y que no le creyeron. Sin
embargo, es este hecho el que se destacó siempre entre los primeros cristianos,
y tuvo como consecuencia que fuese valorada al mismo nivel de Pedro, o incluso
más, lo cual llevó a enfrentamientos, según los evangelios apócrifos, que
concluyeron con la derrota dela Magdalena, en una Iglesia cada vez más
patriarcal y sometida al dominio masculino.
Así
se excluyó cada vez más a las mujeres, de todos los niveles de
responsabilidad. Pero desde hace ya un tiempo, como hemos indicado, un proceso
de reivindicación de la figura de María de Magdala, se ha desarrollado entre
historiador@s, teólog@s y estudios@s feministas que buscan devolver a la
Magdalena su auténtica posición como interlocutora privilegiada de Jesús,
primera a quien se manifestó resucitado y creyó en él, lo cual, indudablemente
le confiere un rango que es preciso reconocer de nuevo y tomarla como ejemplo a
seguir, más allá de las luchas patriarcales por el poder, en una Iglesia que
sigue negando a las mujeres la igualdad que Jesús predicó creando un
discipulado de iguales, llamad@s tod@s a seguirle en su Camino.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)