martes, 23 de julio de 2013

MANIFIESTO EN LA FESTIVIDAD DE MARÍA DE MAGDALA

 

Los estudios teológicos confirman que María de Magdala, a quien el COLECTIVO DE MUJERES EN La IGLESIA POR LA PARIDAD tiene como patrona, fue una más de los apóstoles que seguían a Jesús. Esto nos da fuerza para continuar reclamando a la jerarquía de la Iglesia Católica que finalice la marginación que, sin ninguna justificación, mantiene hacia las mujeres.

Hemos escogido unos textos de personas reconocidas por su calidad humana y espiritual. Creemos que nos pueden ayudar a nosotras y a muchas personas, jerarquía incluida, a reflexionar sobre esta discriminación que sufrimos las mujeres en el seno de la Iglesia.

La ONU ha aprobado un texto de 81 artículos, que todos los países han aceptado, contra la violencia hacia las mujeres. Los obispos lituanos han decidido no apoyar el documento, porque "promueve la ideología de género" y presenta varios puntos no aceptados por la Iglesia Católica, como los del artículo decimocuarto, en el que se pide a los Estados que emprendan las acciones necesarias para incluir en los programas escolares materiales didácticos sobre la paridad entre los sexos y para que los roles de género no sean estereotipados. Tampoco aprueban el artículo duodécimo que convoca a todos los partidos "a promover el cambio de los comportamientos socioculturales de las mujeres y los hombres, con objeto de eliminar prejuicios, costumbres, tradiciones y prácticas basadas en la idea de la inferioridad femenina o los modelos estereotipados de los rolesde hombres y mujeres ".
Del mismo criterio son los obispos de Polonia, que han criticado al
gobierno polaco por haber firmado el tratado.
                                                                     (Isabel Gómez Acebo: bloque 3-6-13)
Las estructuras premodernas que todavía conserva este poder religioso, necesitan ser confrontadas con los anhelos democráticos de nuestros pueblos que buscan nuevas formas de organización más acordes con los tiempos y grupos plurales de hoy. Tienen que ser confrontadas con las luchas de las mujeres, de las minorías y mayorías raciales, de personas de variada orientación y opción sexual, de pensadores, científicos y trabajadores de las más variadas profesiones.  
Yvone Gebara. (Adital 14-02-13)

La jerarquía católica ha recibido una serie de avisos sobre la distancia que la separa de los seglares en importantes cuestiones relacionadas con las reformas. Una encuesta reciente en Alemania muestra que el 85% de los católicos están a favor de que los sacerdotes puedan casarse, el 79% creen que los divorciados tendrían que poder volver a casarse por la Iglesia, y el 75% están a favor del sacerdocio femenino. Es muy probable que en otros muchos países salieran cifras parecidas.
                                                                                                 Hans Kung (diario El País 1-3-13)

 Hay algo que quizá no se ha dicho nunca al tratar del sacerdocio de la mujer, algo sobre nuestro momento eclesial que quizá resulte decisivo para el tema: las mujeres constituyen en estos momentos el estamento eclesiástico menos contaminado por el poder. Por eso ha sido también el estamento más cercano a los pobres y por eso, seguramente, el más cercano a Dios.
José I. González Faus.(Adital 7-4-13)

Hoy, una mujer o una persona joven pueden ocupar ya responsabilidades de primer plano en la vida pública, en las empresas y hasta en el ejército. Una mujer puede ser madre con 20 años y una persona joven puede luchar en una guerra. Sólo en la Iglesia continúan sin voz ni voto. Y no la tienen, ni directa ni indirectamente, en la elección del responsable último de la mayor confesión religiosa del planeta.
Juan Arias.(Río de Janeiro 18-2-13)

LA MUJER en muchos países del mundo ha pasado de ser objeto a ser sujeto de derecho. Una mujer es objeto de derecho de facto cuando se la utiliza para trabajar, para servir, cuando su libertad de conciencia se ve recortada o cuestionada por varones que pertenecen a la jerarquía de la Iglesia Católica o a cualquier otra organización jerarquizada. La mujer es sujeto de derecho cuando tiene los mismos derechos que los hombres en todos los aspectos de la vida.

En la Iglesia Católica, la mayoría de los servicios de limpieza de los templos y espacios parroquiales, cuidado de los ornamentos litúrgicos, servicios de Cáritas, atención a los enfermos, visitas a los presos, atenciones médicas a misiones, casas de acogida, escuelas al tercer mundo, etc. están, mayoritariamente, llevadas por mujeres.

Marginando a las mujeres, la Iglesia Católica no está siguiendo el ejemplo de Jesús.





jueves, 27 de junio de 2013

DEVOLVERLE A MARÍA LO QUE ES DE MARÍA


María de Jesús Flores, LLERENA

—Oiga,  le dije respetuosamente después de haber estado escuchándolo un rato demasiado largo, ¿le importaría prescindir del artículo “la” para referirse a María de Magdala?. Creo percibir —supongo que sin mala intención— un tono algo displicente, desatento, impropio de una persona  de su dignísima  dignidad. Quizá lo ignore y esa es la razón por la cual me gustaría informarle  de que “la Magdalena” a la que usted nos ha dejado de nombrar en esos términos,  tiene nombre propio: Se llama María. Precioso, ¿verdad?; y es, además,  una de las pocas mujeres con nombre propio en los evangelios. Magdala es, sencillamente,  un gentilicio. Y esto que a usted puede resultarle “de cajón” tiene su importancia y su trascendencia, pues el hecho de que al nombre propio el evangelista añada su lugar de origen obedece a que es de las pocas mujeres que en los relatos evangélicos no aparece ligada a ningún varón, ni definida por su rol subordinado a él,  lo cual quiere decir que estamos ante una mujer cien por cien independiente y libre que supo coger la vida entre sus manos y tomar decisiones propias. Otro tanto sucede con María, de Nazaret ¿lo ve? Hay también una Susana (Lc 8,3) y una Salomé (Mc 15,40) que aparecen a la sombra de sí mismas. Posiblemente no había caído en la cuenta, pero no se preocupe,  que para eso estamos, para ayudarnos unas a otros. Insisto, las otras mujeres —¡con nombre!, que esa es otra cuestión que podemos dejar para otro día— nos son conocidas por su vinculación-sometimiento primero a sus padres, después a sus maridos y, por último a sus hijos… Por refrescare la memoria le nombraré a algunas: Juana, mujer de Cusa, un  administrador de Herodes;   María, la madre de Santiago y de José  (Lc 8, 3-5);  Ana, profetisa de profesión, y perdone la redundancia,  hija de Fanuel (Lc 2,36); María, mujer de Cleofás (Jn 19,25) Herodías, mujer de   Filipo; Isabel, esposa de Zacarías, el cura  viejo e incrédulo (Mc 6,17ss), etc.

¿Ha visto qué interesante y cómo cambian las cosas cuando se ubican convenientemente? Pues así pasa con todo. De ahí mi  malestar,  porque al utilizar el artículo determinado “la” referido a María de Magdala,  se refuerza el infundio de que era  una prostituta a sueldo (Nota  pie de página: “pero arrepentida”), de lo cual, y perdona la insistencia no hay constancia alguna.

Estoy convencida de que no hay personaje al que la historia, pero más que nada el cristianismo, le deba tanto como a esta ancestra de nuestra fe con la que no supieron que hacer  los líderes religiosos de las primeras comunidades cristianas; precisamente por su capacidad de liderazgo—¡como lo oye!—  lo que parece que originó no pocas tensiones y desbandadas.

Como de un triple salto mortal en el aire, se tratara, de ese “más difícil todavía”, por alguna oscura decisión, María de Magdala, de la noche a mañana, pasó de prostituta a santa, y de anunciadora de la resurrección de   Jesús, con todos los avales de  discípula y enviada: “Ve a mis hermanos y diles” (Jn 20,17) a “Apóstol de los apóstoles”. Perdida la carrera,  por trampas del adversario, quisieron conformarla con un premio por de consolación.  Y todo para no incluirla, ni a ella  ni a otras muchas,  en la tradición apostólica. ¡Ahí es nada!


Es claro que a María de Magdala  le han secuestrado su verdadera identidad y hay que restituírsela,  la han lesionado y hay que rehabilitarla,   la han hundido en el barro del descrédito dejándola, siglo tras siglo, bajo la luz “de un farol rojo”, más bien ligerita de ropa, con los cabellos alborotados y posturas nada respetables… A María hay que ponerla nuevamente de pie y  en camino, y darle palabra,  porque ello conviene a la verdad.

La  cuestión de que Jesús la liberara de “siete demonios” (Mc 16,9),  lo que parece ser la base del infundio,  indicaría un proceso de transformación interior;  como usted bien sabe, siete es un número simbólico que expresa totalidad, perfección, plenitud; lo cual  quiere decir que María fue una mujer íntegra e integradora. ¡María fue ella!  

Imagínese el  bien que nos haría a usted y a mí darnos cuenta  de cuántos y cuáles son los demonios que diariamente desaloja  el  Maestro de nuestra vida.  En lo que a mí respecta,   puedo confesarle, sin rubor, que hace muchos años perdí la cuenta.

jueves, 13 de junio de 2013

La igualdad de la mujer en la Iglesia




Un movimiento soterrado lucha por la igualdad de la mujer en la Iglesia – Considera clave la ordenación – El Vaticano hace oídos sordos: JOSE LUIS BARBERIAby evangelizadorasdelosapostoles

Los sacerdotes rechazan a la mujer en la iglesia "En el nombre de la Madre, de la Hija y de la Espíritu Santo. Diosa nuestra, acoge a nosotras, cristianas (...) Madre nuestra que estás en los cielos..." Las teólogas feministas nos proponen invertir, subvertir, el lenguaje de género de la liturgia católica para que comprobemos la apropiación masculina de la idea misma de Dios operada a través de los siglos. Piensan que, de tanto representar al Altísimo con figuras masculinas y de excluir a la mujer de los estamentos del poder religioso, las jerarquías católicas han acabado por "violar la imagen de Dios en las mujeres", por borrar la parte femenina del Supremo Hacedor.

Hay teólogas que creen que el lenguaje debe reflejar la parte femenina de Dios En España hay 19.000 religiosos. Las religiosas son más, 49.000 ¿Cree el Papa que la nueva generación aceptará un puesto subalterno? El 22% de los sacerdotes están casados o viven en pareja.

Pocas imágenes pueden resultar tan obscenas en nuestras sociedades católicas como la exposición pública de una mujer desnuda y clavada en la cruz. Y pocas cosas irritan tanto al Vaticano como el cuestionamiento del papel asignado a la mujer dentro la Iglesia. "La ordenación de las mujeres es el paso primero para recomenzar la comunidad de iguales que quería Jesús. La Iglesia se empobrece clamorosamente por la carencia de una aportación femenina más plena y responsable", indica la monja María José Arana, antigua párroca de la Congregación del Sagrado Corazón, doctora en Historia y autora del libro Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?

Hay una revuelta feminista que lleva décadas labrándose sordamente en las catacumbas de la Iglesia oficial, una rebelión, secundada clandestinamente en no pocos conventos, que no consiguió silenciar el Monitum (advertencia canónica oficial) dictado hace seis años por el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Antigua Inquisición) y hoy Papa, Joseph Ratzinguer, ni las posteriores amenazas de excomulgar a quienes participen en la ordenación de mujeres.

La democratización-feminización modificaría, sin duda, la visión interior y exterior de la Iglesia y desbarataría el entramado vertical del poder: obispo, cardenal, Sumo Pontífice; de forma que la elección del Papa, o de la Papisa, no recaería ya en los 118 varones purpurados cardenalicios reunidos en cónclave. Se comprende, pues, que el reciente libro de Carlo María Martini, Coloquios nocturnos en Jerusalén, haya tenido el perturbador efecto de la piedra lanzada a las estancadas aguas doctrinales. Figura de referencia para las corrientes reformistas, aunque desahuciado ya para el papado, el cardenal ha invitado a sus pares, príncipes de la Iglesia, a plantearse el sacerdocio femenino, el fin del celibato obligatorio y la sustitución de la encíclica Humanae Vitae que prohíbe, incluso, el uso del preservativo. Son mensajes de esperanza para esa otra Iglesia de base, renovadora,  que no se reconoce en su actual jerarquía. Pero, con la excepción del presidente de la Conferencia Episcopal alemana, el arzobispo Robert Zollitsch, partidario de la revisión del celibato, las propuestas de Martini no han obtenido otra respuesta que el silencio del Vaticano y de las jerarquías nacionales. Y eso que las encuestas muestran, también en España, que allí donde la autoridad católica encuentra piedra de escándalo y materia de anatema, los feligreses ven aproximación a una sociedad que ha abolido la discriminación de sexo. ¿Es tan audaz la propuesta de Martini en una Iglesia de templos abandonados, sacerdotes ancianos y vocaciones escasas, compuesta por mujeres en sus tres cuartas partes?

No hace falta ser mujer y creyente para constatar que las plegarias y letanías, los cánticos y preces que los fieles católicos elevan a los cielos surgen mayoritariamente de gargantas femeninas; que son las manos de mujer las que se ocupan de la limpieza y el funcionamiento de los templos: desde las flores y los manteles de los altares hasta el aire acondicionado, pasando por la recolecta de las limosnas y el cuidado de los hábitos sacerdotales. ¿Qué pasaría si, como proponen algunas teólogas feministas, las mujeres decidieran no acudir a los templos hasta que se les reconociera la igualdad? Un vistazo a las iglesias españolas, convertidas en hogares espirituales para la tercera edad, da prueba de esa abrumadora presencia femenina. Según la Confederación Española de Religiosos y Religiosas (Confer), a 31 de enero de 2007 había en España 18.819 religiosos, frente a 48.489 religiosas. Andrés Muñoz es uno de los 8.000 sacerdotes, el 22% del total, que viven hoy en España casados o conviviendo en pareja. Lleva 27 años de matrimonio con Teresa Cortés, la mujer que hoy preside el Movimiento para el Celibato Opcional (Moceop). Tienen un hijo de 25. "El mal no reconocido de la Iglesia católica es el autoritarismo, la falta de democracia interna y el rechazo a la libertad de pensamiento", asegura. Su esposa está convencida de que el celibato obligatorio es, antes que nada, un instrumento para el control de los sacerdotes. 

Esta señora de dulce rostro y expresión decidida - "hija del infierno", le llamaron los integristas de una tertulia radiofónica-, piensa que la humanidad y las religiones tienen contraída una gran deuda histórica con la mujer. La aceptación del sacerdocio y el obispado femenino entre los protestantes y anglicanos deja a la Iglesia católica ante la pregunta obligada de hasta cuándo podrá seguir ignorando el hecho de la emancipación femenina y la igualdad de sexos. ¿Cuánto tiempo necesitará para cambiar la mirada que los Santos Padres, desde san Agustín a santo Tomás, arrojaron sobre la mujer, ese ser al que, como Aristóteles, juzgaron inferior, sumiso, de naturaleza "defectuosa", incompleta, "imbecilitas", impura? ¿Cuánto tardará todavía en descargar a la mujer del sentimiento de culpa por haber entregado la manzana a Adán, de liberarse enteramente de los prejuicios que prohibían a las mujeres entrar en los templos durante sus períodos de menstruación, o simplemente, tocar los vasos sagrados? El machismo de la sociedad hunde también sus raíces en la cultura cristiana y continua vigente en la idea, expuesta en la primera encíclica del papa Benedicto XVI, de que la mujer fue creada por Dios, "como ayuda del hombre". 

Casada, madre de un hijo, integrante del Movimiento para la Ordenación de Mujeres, una iniciativa que ha convocado ya dos congresos internacionales, Christina Moreira no se hace ilusiones sobre la evolución previsible de su iglesia. "Lo último que hará el Papa será aceptar el sacerdocio femenino", vaticina. "Desde que el Sínodo de la Iglesia de Inglaterra (anglicana) aceptó la ordenación de mujeres, el 11 de noviembre de 1992, muchos fieles disconformes con esa decisión se están pasando a la Iglesia de Roma", explica. Está convencida de que el cisma anglicano va a reforzar el polo conservador del Vaticano.

"No les gusta que las chicas empiecen de monaguillos porque saben que algunas terminarán aspirando al sacerdocio", apunta Rosa de Miguel, otra mujer de vocación sacerdotal que dice sentirse "con las alas cortadas y como una hija abortada de la Iglesia". Después de una experiencia religiosa muy intensa -"si eres hombre te dirán que tienes vocación, y si eres mujer que estás neurótica o que te metas a monja"-, Rosa ha optado por volcarse en su profesión y marcar distancias. Cansadas de sufrir, otras muchas han acabado por suplicar a Dios que no les llame más. Desde luego, clama hasta al más agnóstico de los cielos que el Código del Derecho Canónico, renovado en 1983, sostenga que sólo el varón puede ser lector de las Escrituras o acólito.

¿Creen verdaderamente los obispos, cardenales y el Papa que las nuevas generaciones de mujeres aceptarán sumisamente un puesto subalterno en la Iglesia por mucho que últimamente vengan de la mano de los movimientos más integristas? La ausencia de una perspectiva razonable de evolución y el conservadurismo de los obispos que dominan la Conferencia Episcopal Española exasperan a buena parte de la militancia cristiana reformista, mayoritariamente de izquierdas, así como a los religiosos y sacerdotes más comprometidos en la regeneración doctrinal.


En el entramado asociativo Redes Cristianas que agrupa a un centenar y medio de colectivos bajo la consigna común: "Otra Iglesia es posible", las feministas católicas más irreverentes, que los 8 de marzo se manifiestan al grito de "Si ya tenemos dos mamas, ¿para qué queremos un Papa?", se encuentran con otras que evitan actitudes irrespetuosas. Aunque el temor a las represalias está presente, particularmente en las monjas y profesoras de Religión, la razón principal es evitar desligarse de una feligresía educada en la obediencia ciega a la jerarquía. "Colocarse al margen supondría dejar a la Iglesia en manos de los Legionarios de Cristo", razona Pilar Yuste, de 44 años, catedrática de Teología y profesora de Religión. "Aunque no queremos cismas, debemos rebelarnos contra las estructuras antidemocráticas de la Iglesia", indica Teresa Cortés. La sima que les separa de la actual jerarquía es tan profunda que los grupos más radicales actúan al margen de la Iglesia oficial. Sus misas alternativas se desarrollan en el filo de la legalidad eclesiástica o en manifiesta ilegalidad. Alteran el rito litúrgico en aras de una mayor espontaneidad y libertad, consagran pan y vino normales en lugar de las hostias de pan ácimo (sin levadura) y el vino de misa, y tampoco resulta extraño que algunas de estas misas sean oficiadas por mujeres que asumen por su cuenta y riesgo la tarea de consagrar, desafiando la pena de excomunión. El vendaval conservador de las últimas décadas ha desconcertado, sobre todo, a las monjas y católicas seglares que, animadas por el mensaje aperturista del Concilio Vaticano II (1962-1965), se lanzaron a profundizar en los asuntos teológicos creyendo que la reforma rescataría a la mujer de su secular papel subalterno en la Iglesia. Y estas mujeres, expertas teólogas, han recorrido su camino, han descubierto demasiadas cosas como para conformarse con el curioso argumento -la Iglesia del siglo XXI transfiere su machismo al propio Jesucristo-, de que no es posible ordenar a las mujeres porque el Salvador estableció que los 12 apóstoles fueran hombres.

Desde el punto de vista teológico, sin embargo, no hay un impedimento dogmático que prohíba el celibato opcional ni la ordenación de la mujer. De hecho, los apóstoles estaban casados y parece igualmente probado que en la Iglesia primitiva hubo diaconisas y presbíteras, mujeres consagradas. Las historiadoras religiosas se afanan por armarse de argumentos para demostrar que la teórica imposibilidad de ordenarlas sacerdotes no es una verdad revelada, sino, como ocurre con el islam y el judaísmo, producto de la interpretación masculina de la historia a lo largo de siglos de marginación social de la mujer.

A estas alturas, sin embargo, los subterfugios dialécticos encuentran ya cansadas a muchas de estas católicas que lo que exigen es que la jerarquía sea consecuente con la igualdad. Su mensaje es que la Iglesia católica perderá a las mujeres, como antes perdió a los intelectuales y a los obreros. Ellas, que son las que aman a Dios en mayor número, no aceptan ya que el sexo masculino atribuido al Supremo Hacedor sirva para perpetuar la servidumbre y el sometimiento secular de la mujer. Y es que, salvo que se insulte a la condición femenina, no hay respuesta justificada posible a la pregunta: "Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?".

Una tradición en entredicho La Congregación para la Doctrina de la Fe decretó en mayo de este año que cualquier mujer que fuera ordenada sería excomulgada. La Iglesia protestante sí lo permite.  
-Benedicto XVI, en cambio, ha denunciado la discriminación de la mujer. 

-Santa Teresitadel Niño Jesús escribió a su hermana poco antes de morir: "Siento en mi interior la vocación de sacerdote". Tanto el Nuevo Testamento como el Manuscrito Barberini muestran que hubo mujeres consagradas durante los 10 primeros siglos de la historia

de la Iglesia.  María Magdalena aparece predicando, una actividad supuestamente prohibida a las mujeres, en una pintura anónima de la Escuela suiza del siglo XVI.
- Concilios y cónclaves se han celebrado bajo la bóveda de la Capilla Sixtina en la que Miguel Ángel pintó a tres mujeres ejerciendo funciones sacerdotales.
- Algunas abadesas italianas y las que dirigieron la abadía de Las Huelgas (Burgos) disponían de mitras, el objeto característico del poder de los obispos y abades.
- La checa Ludmina Javorová fue ordenada sacerdote por su director espiritual, el obispo Félix Davidek, con conocimiento de Juan Pablo II, durante la dictadura comunista en la República Checa.


El País, 15/08/2008


martes, 16 de abril de 2013

Las beguinas apagan la luz
La hermana Marcella Pattijin, en una imagen tomada en 2006, falleció el domingo en Bélgica a los 92 años. Con ella acaba un movimiento religioso de 800 añosFERNANDO MOLERES / La Vanguardia – Archivo
LA ALEGRE CIEGA DEL BEATERIO
  • “Es una triste historia la que les voy a contar”, avisó al fotógrafo Fernando Moleres y a esta periodista la hermana Marcella Pattyn cuando visitó su antiguo beguinaje en Kortrijk para colaborar, en el 2006, en un reportaje del Magazine de La Vanguardia.
    Nacida en Congo belga en 1920, su gran pena era su ceguera. Estudió en la escuela de ciegos de Bruselas y a los 20 años trató de ingresar en un convento pero ninguno la aceptaba. Las beguinas de Sint Amandsberg, a las afueras de Gante, una comunidad de unas 260 mujeres, sí. Tenía 20 años. Marcella trabajó atendiendo a enfermos. “He tenido que esforzarme mucho, pero entonces tenía bien las piernas… En Gante, alegraba a los enfermos con mi acordeón y mi mandolina”, contaba. Se rezaba mucho, aunque tenían tiempo libre para sus labores.
    Luego se mudó al beguinaje de Kortrijk, con otras ocho mujeres. Las sobrevivió a todas. En el 2005 su mala salud hizo imposible seguir en el beaterio y se mudó a una residencia. El fresco de aquella mañana de primavera no le convenía mucho, pero era por “una buena causa”, decía: recordar la historia de las beguinas.
Ha muerto, mientras dormía, la última beguina del mundo. La hermana Marcella Pattyn, fallecida en Kortrijk (Bélgica) este domingo a los 92 años, era la última representante de un movimiento religioso desconocido y singular surgido en la Edad Media y que durante siglos dio insólitos espacios de libertad a la mujer en tiempos en que no tenía más opción que entregar su vida al hombre o a Dios.
Miles de mujeres de los antiguos Países Bajos encontraron una vía intermedia: retirarse a vivir en comunidad con otras mujeres en los llamados beguinajes (beaterios), unas miniciudades en las que los hombres estaban vetados.
Se dedicaban a la caridad, el estudio y, sobre todo, la oración, como no podía ser de otra manera en las sociedades teocráticas de la época, pero no pertenecían a ninguna orden religiosa y gozaban de una libertad de acción inimaginable en los conventos.
Vivían en casitas individuales que alquilaban a la comunidad, a veces tomando como criada a otra beguina de origen más humilde. Aunque no cabe calificarlas de feministas, un concepto ajeno a la época, prescindir de la protección del hombre era todo un atrevimiento.
En una primera fase, vivían en casas de familiares, dedicadas a la caridad. Su labor social despertó la admiración de la nobleza, que al principio del siglo XIII comenzó a financiar la construcción de los beguinajes a las afueras de las ciudades.
Con los conventos de la época abarrotados y el excedente de mujeres propio de los tiempos de las cruzadas, algunas eligieron llevar una vida religiosa sin renunciar del todo a la seglar (podían entrar y salir con libertad, pidiendo permiso).
El fenómeno surgió en las actuales Bélgica y Holanda, y pronto se extendió al norte de Francia y el oeste de Alemania. Llegó a haber más de cien beguinajes. En estos centros de espiritualidad surgieron algunas destacadas escritoras místicas medievales, como Beatrijs de Nazareth, Mechtild de Magdeburgo o Hadewijch de Amberes.
Sus actividades suscitaron recelos fuera de sus muros. “El riesgo de que dieran su propia interpretación a las escrituras llevó a la Iglesia a describirlas como brujas e infieles. Por eso el papa Clemente V amenazó con excomunión a quienes las protegieran”, explicaba en el 2006 al Magazine de La Vanguardia John Strouwens, presidente de la asociación del Gran Beguinaje de Gante. Fueron perseguidas, así como acusadas de herejes y prostitutas.
Marguerite Porète, autora de El espejo de las almas simples, fue quemada en la hoguera en París en 1310, acusada de beguina y de escribir “versos subversivos”. La persecución llevó a la mayoría a integrarse en órdenes religiosas convencionales.
Sólo en los antiguos Países Bajos se siguió dando protección a estas “mujeres pías”. El movimiento fue creciendo y mejorando su posición económica gracias a las herencias –muchas beguinas venían de familias acomodadas– y los ingresos procedentes de su actividad textil y sus huertos.
Su expansión tocó techo en el siglo XVI. Las guerras entre calvinistas y católicos condenaron su crecimiento. Las beguinas se extinguieron en los Países Bajos del norte, al convertirse en territorio calvinista. En Bélgica y el norte de Francia, la Contrarreforma les dio un nuevo impulso (de esa época datan las casas de piedra que sustituyeron a las de madera y que llegan hasta nuestros días), pero bajo mayor control clerical.
La mayoría de estos “inútiles centros de meditación”, como los definió el emperador José II, cerró sus puertas tras la Revolución Francesa. Sus propiedades fueron confiscadas. Algunos fueron comprados por nobles y dados a la Iglesia. Otros –como el de Bruselas– fueron arrasados por el desarrollo de las ciudades.
Sobrevieron algunos centros, pero en el siglo XX, con la emancipación de la mujer y la secularización, el movimiento perdió sentido. Con la muerte de Marcella Pattyn, sólo quedan como testigos de tan peculiar movimiento las piedras de sus beguinajes.
Trece de ellos, en Bélgica y Holanda, son patrimonio de la humanidad. Quizás el más visitado sea el de Brujas, entre cuyos álamos inclinados y jardines con narcisos se cruzan hoy monjas benedictinas. El más vivo, el de Lovaina, es parte de la universidad. Otros, como el de Gante, alquilan sus casas, siempre a condición de preservar la paz propia de estos espacios.

sábado, 6 de abril de 2013

María Magdalena, testiga de la Resurrección



María Magdalena, a quien los evangelios canónicos reconocen unánimemente como el primer ser humano que vio y reconoció a Jesús resucitado es a la vez desprestigiada dentro de cierta tradición cristiana por asignársele la condición de prostituta.
Las primeras declaraciones que pueden ser comprobadas, en las que se señala que María Magdalena era una prostituta se encuentran en un sermón del Papa Gregorio el Grande, en el 591 d.C. En efecto, este Papa, habló repetidamente en sus homilías, muy populares durante los siglos VI al IX, identificándola con María, la hermana de Lázaro y Marta, y con la mujer pecadora arrepentida de la que habla el evangelista Lucas.

A causa de ello, en occidente, se unificó la celebración de las tres, en un solo día, como si fuesen una sola persona. Esta confusión jamás se produjo en oriente, donde se mantuvo tres fechas diferentes para celebrarlas. En occidente, solo el Concilio Vaticano II corrigió el error, al reformar el calendario litúrgico.
 Despejando la confusión

 “Compañera de Jesús”, “apóstola de los apóstoles”, “igual a los apóstoles”, son algunos de los títulos quela Iglesia de los primeros siglos otorgó a María Magdalena. La primera entre las mujeres que seguían y atendían a Jesús, valerosa junto a la cruz, primera testiga de la resurrección, primera en ser enviada a los apóstoles para anunciar que Jesús vive para siempre. Esta es la grandeza y singularidad de María de Magdalena, basada en una mutua y honda relación de amor con su Maestro.
Sin embargo, durante siglos y en buena parte de la Iglesia, esta realidad fue encubierta y confundida como ya se dijo, con otra imagen que también es humana y cristianamente atractiva, pero que se basa en un error.
Es la imagen de una mujer pecadora, arrepentida, convertida en penitente seguidora de Jesús. Todo ello se basa en un error de lectura de los Evangelios, puesla Iglesiaconfundió (¿adrede?) a tres mujeres distintas en una sola: la anónima mujer pecadora que según Lucas ungió los pies de Jesús, María la hermana de Marta y Lázaro, y la auténtica María Magdalena.

Vale la pena poner de relieve que durante siglos se ha dejado de lado cuando no ocultado, la presencia de estas mujeres, y entre ellas la primera, María Magdalena, acompañando a Jesús y junto a él, como si sólo le acompañaran hombres.
La verdad es que la presencia de mujeres entre quienes acompañaban habitualmente a Jesús, es algo totalmente insólito en el judaísmo de su tiempo. En efecto, Jesús rompió con el tabú de la mujer reducida a un papel subordinado y doméstico.

En la lista de mujeres que seguían a Jesús, tal como las presentan los Evangelios, la primera es siempre María de Magdala, así llamada porque procedía de esa ciudad, en las riberas del Lago de Galilea, que tenía fama de licenciosa, lo cual, entre otras razones, habría permitido el considerar a María de Magdala como mujer de vida dudosa.

Referencias bíblicas
En eso incidió también la frase del Evangelio que señala que Jesús había echado de ella siete demonios, lo cual para algunos significaba sus muchos pecados. Sin embargo, haciendo una interpretación más adecuada al lenguaje de la época, hay que decir que en realidad se refiere a un mal físico o psíquico, una enfermedad grave o con múltiples efectos.

Pero, ¿qué dicen pues los Evangelios exactamente sobre María Magdalena? Las referencias bíblicas incluyen la información de que fue una de las mujeres que acompañaron a Jesús, después de que éste la sanó de la posesión de siete demonios (Lucas 8, 2; Marcos 16, 9).
También explican que fue una de las mujeres presentes al pie de la cruz (Marcos 15, 40; Mateo 27, 56; Juan 19, 25) y una de las que se acercaron a la tumba de Jesús con las primeras luces del alba del día de Pascua (Marcos 16, 1; Mateo 28, 1; Lucas 24, 10; Juan 20, 1 y siguientes).

Según el Evangelio de Juan, ella fue sola a la tumba y se encontró con Jesús, a quien en un primer momento confundió con el jardinero. Al reconocerlo, se abalanzó sobre él para abrazarle, llamándolo Rabboni, forma cariñosa del término Rabbí (Maestro). Resulta evidente que esta María, la de Magdala, era una amiga y compañera íntima de Jesús.

Otros enfoques

Desde hace algún tiempo, algun@s especialistas, sobre todo del campo de la teología, y particularmente teólogas feministas, aplicando la hermenéutica de la sospecha que caracteriza a la Teología feminista,  buscan recuperar la figura de la Magdalena.
El tema ha atraído también a escritores y cineastas, que utilizan la ficción para jugar con la figura de María de Magdala, atribuyéndole incluso una relación amorosa con Jesús, imposible de demostrar, aunque algunos, como el sacerdote jesuita Terrance  Sweeney, al prologar el libro de Margaret Starbird, ( María Magdalena y el Santo Grial.Planeta, Barcelona, 2005) señala que nada enla Biblia demuestra que Jesús fuese soltero o casado, y menciona al erudito judío Ben Chorin, quien considera que hay “pruebas indirectas” que indican que en la época de Jesús, el judaísmo consideraba el matrimonio como un mandato divino, por lo cual puede considerarse probable que Jesús, como cualquier joven judío, estuviese casado.

De no haberlo estado, los fariseos se lo habrían reprochado, y en todo caso, San Pablo, al dar las razones en apoyo al celibato, habría señalado que Jesús era célibe, cosa que no hace.
Ellas difunden el mensaje

En todo caso, y volviendo a las mujeres que seguían a Jesús, señala la Teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza que la presencia de las mujeres en el movimiento de Jesús, como gusta llamarlo acertadamente esta teóloga, tuvo una gran importancia para lograr la solidaridad desde abajo, y para que este movimiento continuara después de la ejecución de Jesús y se expandiera fuera del entorno judío.
Aunque siempre se cita por su nombre solo a tres de esas mujeres, fueron muchas más, y protagonizaron momentos fundamentales, en Galilea, en los comienzos del movimiento, en el Gólgota, junto a la cruz, y como primeras testigas de la resurrección.
Entre estas mujeres, la primera mencionada como ya se dijo,  es siempre María de Magdala, que integraba el grupo más cercano a Jesús y lo siguió desde el primer momento, no dependiendo de su relación con ningún varón para seguir a Jesús, lo cual muestra que era ya una mujer con cierta madurez e independiente de las estructuras patriarcales.
María Magdalena fue no solo testiga de la resurrección, sino que llevó la noticia a los apóstoles, aún llenos de miedo y escondidos, y que no le creyeron. Sin embargo, es este hecho el que se destacó siempre entre los primeros cristianos, y tuvo como consecuencia que fuese valorada al mismo nivel de Pedro, o incluso más, lo cual llevó a enfrentamientos, según los evangelios apócrifos, que concluyeron con la derrota dela Magdalena, en una Iglesia cada vez más patriarcal y sometida al dominio masculino.
Así se excluyó cada vez más a las mujeres,  de todos los niveles de responsabilidad. Pero desde hace ya un tiempo, como hemos indicado, un proceso de reivindicación de la figura de María de Magdala, se ha desarrollado entre historiador@s, teólog@s y estudios@s feministas que buscan devolver a la Magdalena su auténtica posición como interlocutora privilegiada de Jesús, primera a quien se manifestó resucitado y creyó en él, lo cual, indudablemente le confiere un rango que es preciso reconocer de nuevo y tomarla como ejemplo a seguir, más allá de las luchas patriarcales por el poder, en una Iglesia que sigue negando a las mujeres la igualdad que Jesús predicó creando un discipulado de iguales, llamad@s tod@s a seguirle en su Camino. 

Dra. Gloria Comesaña Santalices en http://palabrademujer.wordpress.com

sábado, 2 de marzo de 2013

LA MUJER Y EL PAPADO




Con la renuncia de Benedicto XVI a la jefatura de la iglesia y del Estado Vaticano, se ha desatado la polémica sobre cuáles serían las tareas necesarias del próximo papa. Una de ellas se afirma, sería la admisión de mujeres al sacerdocio femenino… Si queremos hacer balance de las tareas del papado frente a la mujer en una sociedad de igualdad y democracia (ya no evangélica o fraterno/sororal), no es fácil vislumbrar lo que la iglesia católica debería hacer para reparar a las mujeres. 

¿Por dónde empezaríamos la historia de la relación entre el papado y las mujeres? ¿La iniciamos cuando Pablo de Tarso silencia el testimonio de las mujeres frente a la resurrección de Jesús? O mejor a finales del segundo siglo de esta era, con las palabras de Tertuliano, padre de la iglesia sobre las mujeres: “¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive en esta era: la culpa debe necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción, incluso el Hijo de Dios tuvo que morir”.

Se trata de una historia larga y escabrosa, en la que ha habido persecuciones a mansalva, silenciamientos, sexualidades y amores, amistades y asesoramientos, intrigas palaciegas, luminosas presencias siempre semi-ocultadas. A vuelo de pájaro podemos mirar algunos hechos significativos de esta relación, compleja y larga. Fue precisamente un papa, Gregorio Magno, quien tempranamente en un sermón  del año 591, robó para siempre la memoria de María de Magdala, mujer líder del cristianismo primitivo, para convertirla arbitrariamente en una prostituta que llora sus pecados.

Miremos algunos aspectos: Es reconocido el papel de Catalina de Siena en su mediación de reconciliación para lograr que el papado volviera a su sede de Roma luego de varios años de ubicación en Avignon y de enfrentamientos continuos. Igualmente la memoria eclesial reconoce la colaboración entre Hildegarda de Bingen y el papa Eugenio III y su papel trascendental en la polémica con los anti-papas: Víctor IV, Pascual III y Calixto III. Habría muchos más casos que podríamos examinar pero ahora es significativo también, mencionar una colaboración/amistad mucho más reciente de la que todavía los y las mayores tienen recuerdo: la estrecha relación a lo largo de muchísimos años entre Eugenio Pacelli -Pío XII- y la religiosa Pascalina Lehnert, monja de la congregación de las Hermanas de la Santa Cruz de Menzingen.

En general en los textos de las historias eclesiales estas relaciones de algunas mujeres con la cabeza de la catolicidad suelen desconocerse, prescindiendo de la valoración que de ellas realizaron los protagonistas mismos.

Si nos metemos en el capítulo de las persecuciones es indudable que encontraremos muchas más cosas para decir. El estado Vaticano y la institución eclesial, en cabeza del papa y la mayor parte de las veces bajo su impulso han perseguido a la mujer, marginándola de la orientación eclesial y limitando sus propias posibilidades de autonomía y desarrollo. Podemos empezar mencionando el caso de las beguinas, esas mujeres extraordinarias que revolucionaron la iglesia y la sociedad medievales con su novedosa forma de vivir y desarrollar su propia espiritualidad. Mujeres que fueron autónomas y vivieron su identidad femenina por fuera del matrimonio y del claustro conventual. El papado las persiguió por varios siglos hasta conseguir extinguirlas y lo que es peor casi extirpar su memoria. Clemente V, logró con sus intrigas y presiones que el Concilio de Viena en 1312, condenara esta forma de vida en la iglesia. Previamente la inquisición, bajo la sombra de este mismo papa, quemó por hereje y por Beguina a Margarita Porete en 1310.

Corrieron los siglos, pero esta enemistad no cambió. Llegamos a comienzos del siglo XVII y Mary Ward, una mujer valiente y visionaria, fundadora de las Damas Inglesas fue condenada por Urbano VIII y encarcelada:
El 13 de enero de 1631 Urbano VIII signó y publicó la Bula "Pastoralis Romani Pontificis", una de las más duras emanadas de la Santa Sede, en donde se hacía sentir la presencia de injustas acusaciones y se daba la orden de supresión del Instituto. La Bula se dirigía contra las mujeres que se habían asociado en una corporación de vida común, habían construido colegios, señalado superiora entre ellas, y elegido para el gobierno general de todas ellas a una que llamaban prepósita general... Además llevaban a cabo trabajos que no eran propios de la pureza virginal...
Por todo ello "haciendo uso de su autoridad", el Santo Padre venía " a suprimir del todo aquella corporación". El 7 de febrero de ese mismo año fue encarcelada en Munich por orden de la Inquisición, por" hereje, cismática y rebelde a la Santa Iglesia".

Estas persecuciones no son, ni mucho menos, asuntos del pasado. Continúan plenamente vigentes, como lo podemos ver en la macro-injusticia cometida en la persona de Ludmila Javorova. Ludmila fue ordenada sacerdote católica el 29 de Diciembre de 1970 por el obispo Felix María Davinek, de quien fue vicario general por varios años en la iglesia clandestina de Checoslovaquia. Ejerció su ministerio y por supuesto presidió la celebración de la eucaristía con riesgo para su propia vida. En 1996, Juan Pablo II le prohibió que ejerciera como sacerdote y se le ordenó mantener en secreto su ordenación, el cardenal Ratzinger en el año 2000 expidió un decreto por medio del cual se consideraban sospechosas las ordenaciones realizadas en la clandestinidad bajo el régimen comunista.

¿Qué tendría la iglesia y por ende un nuevo papa pendiente frente a la mujer? Como la mayoría de los teólogos afirman, por supuesto la ordenación sacerdotal de las mujeres. Pero con ello no terminaríamos ni mucho menos esas tareas pendientes, no es ni siquiera a mi juicio, la más urgente. En este terreno de la ordenación de presbíteras, hay ya varias iglesias del tronco cristiano que tienen mujeres sacerdotes, pastoras y obispas. Es también significativo señalar que el movimiento de católicas ordenadas que se inició en Austria -en el Danubio- con la ordenación de siete sacerdotisas, en Julio del 2002, (a quien Juan Pablo II excomulgó), cuenta ya con 150 mujeres sacerdotes del rito católico.

Señalo para terminar algunos aspectos que creo que son urgentes en ese ponerse al día del papado católico con las mujeres:
Pedir perdón por las injusticias contra nosotras cometidas a lo largo de la historia eclesial, especialmente en el mundo occidental.
Reconocer y condenar como un pecado grave, como un delito no admisible la violación a las mujeres, a los niños y niñas. Violación muchas veces causante de los abortos que tantas condenas causan en la iglesia. Castigo eclesial serio, contundente y permanente para los violadores, denuncia de estos en las homilías.
Reconocer la legitimidad de las mujeres para decidir sobre sus embarazos, sobre su sexualidad y su cuerpo, sobre lo que en cada caso y situación concreta su conciencia determine como lo mejor. Reconocer e impulsar pastoralmente, por tanto, los derechos sexuales y reproductivos de la población femenina.
Otorgar a la mujer el papel que le corresponde en la orientación pastoral y en los órganos de decisión en todos los niveles de la estructura eclesial (parroquia, diócesis, arquidiócesis, conferencias episcopales, curias, dicasterios…).
Reconocer el papel histórico insustituible que la mujer ha jugado y juega en el mundo creyente.
Dar voz y autoridad a la mujer en la vida teológica, espiritual y eclesial.
Y finalmente, lo más importante: Generar un lenguaje litúrgico, cultico y devocional que explicite la feminidad de la Divinidad.
Se trata como podemos imaginar de un largo, larguísimo camino por recorrer. Ojalá que el nuevo papa lo emprenda de una vez por todas.

Carmiña Navia Velasco
Cali, Marzo de 2013