¡PRIMAVERA
ECLESIAL YA!
Pedimos
lo justo, soñamos lo imposible
Venimos de un largo caminar
latinoamericano y caribeño, somos parte de un proceso de ricas experiencias
eclesiales: traemos la herencia, la sabiduría de la caminata bíblica, de las Comunidades
Eclesiales de Base, del compromiso socio-eclesial ecuménico y comunidades
alternativas.
Nos ha convocado el sueño posible de la
primavera eclesial nacida del espíritu reformador del Concilio Vaticano II y
sobreviviente de un largo invierno eclesial. Nos sigue convocando las justas
exigencias de una iglesia de los pobres que camine por los derroteros de: el sacerdocio femenino, el celibato
sacerdotal opcional, la transformación del Estado Vaticano en red internacional
de justicia, paz e integridad de la creación, la democratización laical a
partir de asambleas eclesiales con protagonismo de mujeres y jóvenes y la
transformación del Banco Vaticano (IOR) en banca social de los pobres para
luchar contra la pobreza en el mundo[1];
como puntos de partida para una renovación eclesial profunda y duradera.
Para alimentar este sueño compartido por
muchas y muchos nos congregamos, los pasados días 28 al 30 de agosto en el
Departamento Ecuménico de Investigaciones (San José, Costa Rica), teólogas y
teólogos de diversas latitudes de nuestra América. A la luz de la memoria de
nuestros mártires, hemos continuado orando, compartiendo el pan y reflexionando
arduamente sobre la realidad que viven nuestros pueblos y los retos que
representa para nuestras comunidades de fe. Confirmamos nuestros compromisos y hemos
comprendidos que no será posible nuestra utopía si no unimos las manos y los
corazones de tantos y tantas que también construyen el mismo sueño, en
innumerables lugares que, como pequeñas luces, iluminan el caminar de los
pueblos y con los pueblos.
Por ello al finalizar nuestro Encuentro de experiencias de primavera
eclesial, dirigimos nuestra palabra a cada uno y a cada una:
Ø A toda persona constructora de un mundo donde quepan otros mundos.
Ø A toda persona constructora de experiencias eclesiales, liberadoras, de base, marginales y alternativas.
Ø A todas las personas y comunidades que en los últimos 40 años han trabajado más allá de los márgenes institucionales eclesiales excluyentes.
Ø A toda persona luchadora y defensora de los derechos humanos, la dignidad y la justicia.
Ø A toda persona expectante y perpleja del momento actual de la Iglesia Católica.
Ø A toda persona constructora de un mundo donde quepan otros mundos.
Ø A toda persona constructora de experiencias eclesiales, liberadoras, de base, marginales y alternativas.
Ø A todas las personas y comunidades que en los últimos 40 años han trabajado más allá de los márgenes institucionales eclesiales excluyentes.
Ø A toda persona luchadora y defensora de los derechos humanos, la dignidad y la justicia.
Ø A toda persona expectante y perpleja del momento actual de la Iglesia Católica.
Denunciamos que por nuestros compromisos,
hemos experimentado el cierta represión de algunas instituciones eclesiales y
que, desde nuestras opciones, vivimos la soledad, en un tiempo impreciso, de
búsquedas, de preguntas, de incertidumbres, donde los lugares liberadores que
encontramos para vivir nuestras convicciones fueron y siguen siendo la calle,
los bordes, los límites de la iglesia y la sociedad.
Anunciamos que en estos lugares hemos encontrado
pueblos indígenas agraviados, mujeres violentadas y humilladas sistemáticamente
en la sociedad y las iglesias, campesinos y afrodescendientes marginados y
explotados, millones de niñas y niños que padecen hambre o migran solos por
necesidad o supervivencia, jóvenes sin alternativas y expuestos a la violencia
criminal y estructural, personas con capacidades diferenciadas; lesbianas,
gays, bisexuales, transexuales, intersexo (LGBTI) que sufren discriminaci ón,
comunidades enteras desplazadas, migrantes y refugiados en situación de extrema
vulnerabilidad, toxicodependientes, gente en situación de calle… y muchos
rostros más que viven en la exclusión. Con ellas y ellos construimos nuevos
tejidos, aprendimos y aprendemos nuevas formas de ser comunidad.
Esta nueva manera de sentirnos iglesia
es y ha sido una experiencia en contracorriente, en contextos adversos, de
persecución, de incomprensión, que nos alejó de formas eclesiales
institucionales pero posibilitó caminar por otros senderos y construir
identidades eclesiales más libres, creativas, esperanzadoras, resistentes,
dialogantes, no-patriarcales y articuladas con actores sociales no-religiosos
de forma más participativa, horizontal, justa.
También hizo posible asumir las banderas
de lucha de diferentes actores sociales y en contextos diversos y plurales,
para construir espiritualidades más encarnadas, humanas, no exclusivamente
confesionales, ecuménicas y abiertas a diversas sensibilidades y
subjetividades. Al grado de construir modelos, estilos, maneras eclesiales más
sencillas y humildes, sin perder la perspectiva de los pobres, la profundidad
compasiva, ni la crítica profética. Reivindicando el papel de las mujeres tan
fundamental como invisibilizado en nuestras comunidades eclesiales. Apostando
por lo pequeño sin perder la utopía, sin un nombre pero con muchos nombres, que
nos lleva a proclamar que:
Ø Mantenemos
la esperanza al mirar que hemos entrado ya en un tiempo de primavera; aunque
sabemos que el invierno eclesial y social no ha sido superado en su totalidad,
sigue siendo un proceso, desafío y tarea común.
Ø Tomamos
conciencia del crimen organizado en los rostros del armamentismo, narcotráfico,
trata y tráfico de personas, violencia criminal y de estado, represión y muerte
a migrantes; consecuencia de un sistema neoliberal que por primera vez un papa,
Francisco, ha condenado como la raíz de todos los males, como una economía de
la exclusión y de la iniquidad, que mata y genera una dictadura sin rostros (EvangeliiGaudium, 52-75).
Ø Denunciamos
que ese modelo está dañando gravemente a la madre tierra y la hermana agua,
nuestra Pachamama, agotando la vida
que nos da por el abuso de sus ríos y lagos, bosques, selvas y montañas,
destruyendo ecosistemas completos y poniendo en riesgo la sustentabilidad del
planeta entero.
Ø En
tal contexto escribimos el Evangelio con alegría, afuera, en la calle y en la
tierra.
Ø Hemos
encendido muchas luces en el tiempo de las tinieblas ahora es tiempo de
encender luces en espacios todavía oscuros y confusos.
Ø Hemos
aprendido a vivir la fe a partir de preguntas y búsquedas más allá de dogmas y
convicciones que dábamos por definitivas.
Ø Lo
que construimos sobre roca sobrevivió a las tormentas, y las “flores sin defensa” encontraron suelo
firme donde volvieron a florecer.
Ø La
lectura popular de la biblia abrió caminos para escuchar a Dios en la nueva
historia de la humanidad y de la madre tierra.
Hemos abierto muchas puertas pero urge
abrir muchas más. Deseamos mantener viva
la memoria de nuestras resistencias, las de nuestros pueblos que desde su fe se
organizan en la calle, la periferia.
Para cuidarnos y fortalecernos
convocamos a todas y todos a:
1.
Construir
una agenda latinoamericana de la primavera eclesial
que articule, describa, aproxime nuestros sueños, a partir de preguntas como:
¿por dónde caminaría? ¿cuáles serían esos nuevos derroteros de la utopía?
2.
Articular
nuestras luchas, a través de la puesta en común de
nuestros sueños, donde nos reconozcamos unos a otros, unas a otras y, siguiendo
el símbolo del caracol zapatista, vayamos haciendo camino y siendo fuerza
centrífuga que sale del corazón hacia la transformación del mundo. ¿Cómo
podríamos lograr esto?
3.
Dar
un primer paso sumando nuestras firmas a esta proclama donde
hacemos manifiesto nuestro deseo de fortalecer una espiritualidad liberadora en
todos los rincones de nuestro continente latinoamericano y caribeño, y del
mundo entero.
Alimentamos una convicción profunda de
que sumaremos muchos nombres, rostros, resistencias y colocamos para empezar
las nuestras:
11
de octubre de 2014,
52
aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II,
inicio
de la Primavera Eclesial
Firmantes:
1.
Silvia Regina de Lima Silva,
Departamento Ecuménico de Investigaciones (San José, Costa Rica)
2.
Viki Falcón, Casa Cultural Tejiendo
Sororidades (Cali, Colombia)
3.
Gabriela Juárez Palacios, Observatorio
Eclesial (México, D.F.)
4.
Fernando Torres Millán, Kairós Educativo
(Bogotá, Colombia)
5.
José Gpe. Sánchez Suárez, Observatorio
Eclesial (México, D.F.)
6.
Armando Márquez Ochoa, Servicio
Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina - SICSAL
7.
Pablo Richard Guzmán, Departamento
Ecuménico de Investigaciones (San José, Costa Rica
8.
Carmiña Navia Velasco, Casa Cultural
Tejiendo Sororidades (Cali, Colombia)
9.
Sandra Nancy Mansilla, Comunidad
Teológica Rajab (Buenos Aires, Argentina)
Correo
para sumar
firmas a la proclama y enviar propuestas para una agenda
eclesial latinoamericana: primaveraeclesial@gmail.com
Petición
en línea: https://secure.avaaz.org/es/petition/Primavera_eclesial_ya
[1]Demandas expresadas públicamente en julio
de 2013 y firmadas hasta ahora por medio millar de personas de todo el mundo.
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