Memoria de mujeres
De la libertad que se ata proviene toda
fecundidad
Adrienne von Speyr
Las mujeres han sido
marginadas de todos los cánones que constituyen nuestra cultura: en el nivel
artístico, literario, científico y por supuesto religioso, eclesial y
espiritual. Y es tarea nuestra -de las mujeres- recuperar esa memoria que las
ha negado y que ha pretendido ocultarlas en el silencio. En esta tarea se
inscribe el presente texto, que quiere dar a conocer a tres grandes mujeres que
en el siglo XX aportaron con su vida, su praxis y su escritura y pensamiento al
desarrollo de una tradición espiritual femenina, tradición subterránea e
ignorada en la que es imprescindible e imperante bucear.
Son tres mujeres que
desde distintos países de Europa y en situaciones diferentes dijeron su
palabra, aportando una mirada de género a los grandes problemas del pensamiento
en este siglo y aportando con su vida y su praxis a la construcción de otro
mundo posible, un mundo más humano y más amable. Situaciones distintas,
construcciones distintas: De fondo una clara conciencia de la necesidad del
aporte de las mujeres al entorno, a la iglesia y al mundo.
La primera en la que
nos detendremos: Dorothy Sayers, es
una escritora católica inglesa. Conocida como autora de novelas policiacas,
hizo parte de un grupo de intelectuales católicos que durante la primera mitad
del siglo XX participaron activamente en debates teológicos y eclesiales, intentando lograr una renovación profunda de
la iglesia y proponiendo una reconciliación de la teología con el mundo y el
hombre modernos. Este grupo fue una de las fuerzas que activaron el Concilio
Vaticano II.
Su propuesta se
orientó muchas veces a luchar contra la hipocresía religiosa y a conseguir
compromisos sociales en los sectores eclesiales, sacándolos de sus conventillos y sacristías. Recojo sus
palabras en su intervención ante el Consejo de Moral Pública, en Caxton Hall,
en 1941:
… para la mayoría de la gente, la
palabra inmoralidad ha pasado a significar una cosa y solo una… Un hombre puede
ser codicioso y egoísta; despiadado, cruel, envidioso e injusto; brutal y
violento, avaro, falto de escrúpulos y mentiroso, obstinado y arrogante;
estúpido, huraño y carente de cualquier instinto
noble… y aún así somos capaces de decir
de él que no es inmoral. Recuerdo que en cierta ocasión un joven me dijo con
toda sinceridad: No sabía que hubiera siete pecados capitales; dígame por favor
cuáles son los otros seis.
Nuestra escritora se
desesperaba con la obsesión que los hombres de iglesia tenían por el sexo.
Demandaba por parte de la iglesia una mirada amplia a la sociedad y a las
prácticas sociales.
Sayers en su obra La mente del creador, realiza un acercamiento novedoso al tema del
misterio de la Trinidad, logrando un aporte significativo a la
reactualización de esta temática. Define las personas trinitarias como La Idea, la Energía y El Poder. Su libro
fue recibido con entusiasmo y el Cathilic
Herald afirmó: La doctrina de la
Trinidad se desarrolla de un modo maravilloso y cobra súbitamente un interés
extraordinario. Se consideró una obra estimulante y diferente.
Sería interminable
detenernos en detalle en la obra de esta pensadora, sólo afirmar que esta mujer
inglesa abrió para las mujeres una senda de participación activa en el debate
teológico-político, cuestionando a fondo la cerrazón de la iglesia sobre sí
misma y clamando por una apertura que conllevara un compromiso social más
cierto y eficaz.*
Su vida está llena de avatares y cambios insospechados, no
usuales en las mujeres que luego son proclamadas como santas. Se casa muy joven a los 18 años divorciándose casi
enseguida. Tiene su primera hija de una relación oscura y secreta, aún no se ha
podido establecer con quien, al tenerla antes de su divorcio, esta hija es
asumida por su primer marido. Posteriormente se casa de nuevo y con su esposo
tendrá otros dos hijos y partirá al exilio para radicarse en París. Ante la
muerte de su hija menor sufre una radical transformación, se separa de su
marido de común acuerdo y con el reconocimiento eclesiástico y va a vivir a un
monasterio bajo en nombre de Madre María. Ella se refiere así a su experiencia:
A
la cabecera de Nastia, sentí que mi alma había errado durante toda mi vida por
senderos tortuosos. Desde entonces aspiro a un verdadero camino, rector y
despejado, no porque crea en la vida, sino para justificar, entender y aceptar
la muerte.
No es exactamente una teóloga, tampoco una filósofa, aunque
tiene de ambas realidades y muchas veces
se la considera parte de los filósofos
religiosos rusos. Sus escritos y su testimonio hay que ubicarlos a caballo
entre la mística y la profecía. Lo más
significativo fue que en medio de los tiempos revueltos que vivía Europa, ella
en plena ciudad de París, vivió autónomamente su vocación monacal en el medio
urbano y como un servicio a los más necesitados. Sobre su forma de vida monástica, nos dice:
El
día del juicio final no se me preguntará sobre mis prácticas ascéticas ni sobre
el número de letanías ante el altar divino. Me preguntarán si he dado de comer
a los que tienen hambre, vestido a los desnudos, visitado a los prisioneros. A
esto tendré que responder.
Sin embargo, eso no la aleja o disculpa de una búsqueda
mística permanente. Lo expresa en lo que
desea como rumbo para la comunidad cristiana:
Un
cristianismo social auténtico no solo debe tener forma cristiana. Ha de ser
efectivamente cristiano. Para ello necesita otra dimensión, un fundamento místico
capaz de arrancarle de la espiritualidad plena y del moralismo de dos dimensiones
y llevarle a las profundidades de una espiritualidad multidimensional. Me
parece que esto es justamente lo que la Ortodoxia, que todavía no se ha
expresado del todo sobre el tema, podría y debería decir para hacer más
profundas las tentativas católicas y protestantes de apertura del cristianismo
al mundo.
La madre María hace de su prójimo el norte de su vida y
desde su perspectiva teológica el otro y la otra necesitados, son el mayor y más
auténtico sacramento de la Divinidad. Sacramento que llena con su presencia
nuestra vida y no permite el “descanso”. Por ello Skobtsov exige de la iglesia
exiliada y de la iglesia europea un compromiso serio en la defensa universal de
todas formas de vida.
Su lucha permanente por el hermano, su acercamiento
valiente y decidido a las víctimas del nazismo la condujo al martirio. Su
muerte permanece bastante en la oscuridad, no está claro si su entrada en la
cámara de gas se debió a su voluntaria sustitución de alguna otra mujer o si
fue conducida hasta allá por equivocación, en todo caso su muerte se produce,
como decíamos, en Ravensbrück en 1945. Deja tras de sí una estela de amor entre
sus seguidores y seguidoras que piden a la iglesia rusa su canonización, lograda
en el 2004 como dije antes.**
Finalmente me voy a detener en otra mujer extraordinaria y
de igual manera bastante desconocida: Adrienne Von Speyr, suiza, compañera
de luchas, fatigas, pensamiento y misión de Hans Urs Von Balthazar. Adrienne nace
en, La Chaux de Fonds, Suiza. Su padre es oftalmólogo y los familiares de su madre
relojeros de alto reconocimiento. A lo largo de toda su vida tiene una muy mala
relación con su madre y desarrolla una cercanía mayor y especial con su
abuela y su padre. Nace en 1905 y muere en 1978. Desde niña en la escuela
primaria muestra una sensibilidad especial por los pobres y los auxilia. Pierde
muy pronto a su padre y el apoyo que en él tenía, a raíz de esta pérdida sale
de su casa y empieza a ganarse la vida.
Estudia medicina a pesar de la desaprobación de su
progenitora. Pasa largas hora recluida en su cama a causa de quebrantos de
salud que siempre la persiguieron: fuertes dolores en la espalda que la
obligaban a permanecer inmóvil durante varios días, colapso de sus dos pulmones
a causa de una tuberculosis en su juventud. Desde muy niña tiene experiencias
religiosas fuertes y se acerca en su adolescencia al catolicismo por sentirse
así más
cerca de Jesús, su origen familiar era protestante.
Se gradúa como médica y se casa dos veces, al quedar viuda
la primera vez. Posteriormente logra ser presentada a Von Balthasar, jesuita a
quien plantea su necesidad-deseo de convertirse. A partir de ese momento ellos inician un
camino espiritual y socio-religioso que no terminará sino con la muerte de
Adrienne. Esta amistad y cercanía le costó a Von Balthasar su salida de la
compañía de Jesús, ya que los jesuitas no la aceptaron.
A lo largo de toda su vida, trabajó incansablemente en
favor de los más desposeídos, especialmente a través de la práctica de la
medicina. Escribió más de 60 libros de carácter teológico, bíblico y
espiritual, sus propuestas alrededor del tema de la Trinidad, constituyen un aporte original a la evolución de esta
doctrina. Sus reflexiones alrededor de la relación: muerte / vida, luz /
tinieblas… parte de su comentario detallado al Evangelio de Juan, son de una
contemporaneidad asombrosa. Igualmente su acercamiento a la figura de María es una muestra fehaciente de
sensibilidad femenina y lucidez teológica.
Podemos terminar esta triple presentación con sus
palabras:
Principio
es la forma de la vida cristiana. Ser cristiano es una promesa eterna, que como
tal jamás es cumplida, es un tender, buscar, urgir, luchar, golpear y anhelar,
algo que continuamente se abre sin estar jamás abierto, algo que se está
abriendo eternamente, que eternamente quiere salir de ese punto medio que no le
es más soportable.***Las citas y referencias están tomadas de:
* Joseph Pearce:
ESCRITORES
CONVERSOS, la inspiración espiritual en una época de incredulidad.
Ediciones Palabra, Madrid, 2009
** Emilia Bea Pérez, MARÍA
SKOBTSOV, Madre espiritual y víctima del holocausto. Narcea de Ediciones
2007
Madre María Skobtsov: EL
SACRAMENTO DEL HERMANO
Ediciones Sígueme, Salamanca 2004
*** Adrienne Von Speyr, OBRAS COMPLETAS
Fundación San Juan, Madrid.
Carmiña Navia Velasco
Septiembre 2013
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